viernes, 15 de junio de 2012

Tonterías rápidas y estúpidas 7

El mundo ha sido conquistado por la economía. La obsesión se fue cebando en las mentes de las personas desde el año 2008 y, cuarenta años más tarde, se ha convertido en el epicentro de todas las vidas, sobretodo desde que nació El Economista. 

No se trataba de un economista cualquiera. Desde pequeño ya tenía un inexplicable talento para analizar el mundo económico y financiero. Resultaba casi milagroso. Una vez, teniéndo él casi cinco años, se separó de la mano de su madre para acercarse a un hombre sin hogar que pedía dinero en la calle. Este niño, sin ningún temor, le susurró algo al oído. Dos años más tarde ese mismo hombre desgraciado se había convertido en un prominente inversor de capitales. Casa en Miami. Mujer muy tetuda, modelo de Victoria's Secret. Dos Rolls Royce. 

Todo esto lo sabes porque te interesa mucho su vida, como a todo el mundo. Tú, por desgracia, solo puedes aspirar a una vida mediocre, en la que las cosas grandes están fuera de tu alcance.

Con 12 años, ese misterioso niño ya era muy reconocido en su país. Habiendo terminado sus estudios universitarios a la tierna edad de 14 años, se disponía a entrar en una prestigiosa firma de calificaciones por la puerta grande. Después de cinco años observando el intríngulis del mundo financiero y de haber sido bautizado económicamente -el ritual secreto consistía en introducir la cabeza en una piscina olímpica llena de billetes de todos los tamaños, valores y nacionalidades- empezó a oír voces en su cabeza. Eran voces misteriosas. Santificadas. Acto seguido abandonó. Rescindió el contrato con esa firma de calificaciones. 

En ocasiones te imaginas como sería estar dentro de él. Probablemente es la persona a la que más admiras.

El joven, ya hecho un hombre de 19 años, empezó a actuar como economista independiente. Muchas naciones le contrataban como asesor o consejero económico. Y no era para menos: ese chico había empezado a revolucionar el mundo. Hace quince años África era un páramo. Ahora el 80% de los habitantes africanos tienen coches eléctricos. ¿Por qué?

Porque hizo milagros económicos.

Multiplicó el P.I.B de Uganda por cinco. Multiplicó los beneficios de las dos mayores compañías panaderas y pescaderas de Somalia. Resucitó un país que había entrado en bancarrota. Allí dónde iba, era recibido con palmas y aplausos. El mundo literalmente se peleaba para obtener un pedazo de su talento. Eran años dorados. Predicaba un mensaje económico que atraía la confianza de los mercados.

Cada vez que hablan de él en la televisión sientes una opresión en el pecho. Sientes envidia. Él es un grande de la historia. Tú no. Tú no eres nadie. No es casualidad y de algún modo te parece irónico. Lo mismo que sientes ahora lo sintieron muchos economistas menores. Lo sintieron ciertos gobernantes. Lo sintieron ciertos ministros, presidentes, especuladores.

Un día, mientras se encontraba saneando un banco que había comprado demasiados bonos basura, aparecieron unos señores vestidos de negro y con gafas de sol. Le dijeron el típico "acompáñeme". Él lo sabía. Su gabinete económico había sido avisado de que algo así pasaría.

Un año más tarde, después de un polémico juicio que a todas luces parecía amañado, lo condenaron a morir en la silla eléctrica. Con el tiempo, las iglesias fueron quitando las cruces de los atrios, las paredes, los colgantes y los frescos para substituírlas por pesadas y polvorientas sillas eléctricas.

Hoy te toca ir a misa económica.














1 comentario:

  1. Creo que este es el relato que más me gusta e impacta, lo único que no me gusta es el título jaja. Lo leí hace tiempo, y he tardado bastante en encontrarlo otra vez por no saberme el dichoso título. Pero lo dicho, me encanta.
    Por así decirlo, todos tus relatos me dejan una sensación extraña. Si alguna vez escribes un libro lo leeré sin duda.

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