sábado, 30 de marzo de 2013

3 tips para saber si tu hijo inválido, al que nunca has amado y a quien cuidas por una razón más cercana a las obligaciones paternofiliales convencionales que al simple y llano amor, está apunto de morir


1-¿Estás apretándole la cabeza con una almohada mientras duerme? Es importante fijarse en detalles como este. Si tu hijo, por ejemplo, está moviéndose mucho y de pronto empieza a sufrir pequeños espasmos para luego quedarse muy quieto, lo más probable es que se trate de una forma que tiene él de decirte que, probablemente, se encuentre en un estado de muerte clínica. Otros detalles como llenarle de cianuro la pasta de dientes sabiendo muy bien que lograrías un mejor resultado mezclándolo todo en un compuesto alimenticio de carácter lúdico como podría muy bien ser un pastel, también pueden ayudar a discernir la compleja realidad de la tragedia, aunque seas tú quien estés provocándola. Como muy bien decía Dostoyevski, "las verdades y la sanación por los pecados de toda la humanidad pueden ser purgados al ofrecerse en sacrificio a uno mismo". Y eso para un servidor era cierto entonces y no hay por qué pensar que en la actualidad no siga siendo perfectamente vigente.


Fiódor Dostoyevski, 1872

2- ¿Te ha escrito una compleja carta llena de emotivos símiles, fantasías y deseos de un carácter sombrío, como podría ser el que manifiestan las conductas suicidas? Debemos ser muy prudentes cuando creamos encontrar significado a mensajes de esa índole. La mayoría de las veces sólo son llamadas de socorro que deben ser lo más desatendidas posible, sin dejar en la desatención requerida ningún resquicio de moral social y amorosa, porque en un mundo en el que cuatro especuladores disparan el precio de los alimentos y matan a millones de hambre, tampoco hace falta querer a los demás ni desearles un futuro más feliz. Al fin y al cabo, ambos sabéis que ese futuro, por demasiadas razones que me niego a exponer aquí, no va a llegar nunca.

3- ¿Te lo dice claramente? Si estás leyéndole un cuento sobre pájaros que vuelan por la azul inmensidad y él en ese momento se encuentra en su cama preparada especialmente para personas con paraplejia, podría cerrarte el libro y, con una sutil lágrima cayéndole por la mejilla, decirte que se siente triste pasando su vida postrado en una silla de ruedas y que desea morir, para después hacer que te pongas a llorar y a abrazarle, fingiendo casi absurdamente en cada uno de esos actos, porque en tu interior una parte de ti que se imaginaba con setenta años cuidando de un señor de cincuenta alcohólico y desgraciado que se hace llamar tu hijo, esa parte de ti, ha desaparecido y de pronto ha sido sustituída por otra que te ofrece una sensación de tremendo alivio, que a la vez te hace sentir como una persona despreciable porque es la última de tantas pruebas que, impartidas desde que se quedó inválido, han ido demostrando tu evidente falta de amor e interés hacia él, podrían ser la respuesta clave a todo el asunto.


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