lunes, 15 de abril de 2013

LA DESGRACIA SE LLEVA POR DENTRO

Un domingo de mayo por la mañana, el padre se pone a cubrir con arcilla los pomos esféricos de cada una de las puertas de la casa. Luego, con la punta trasera del pincel que tiene en la mano derecha, empieza a hacerles pequeñas muescas ovaladas. Después les añade un nuevo pedazo de arcilla un poco más arriba, y al cabo de un rato hay una montañita en la parte superior de cada pomo. Cuando la arcilla se ha secado, les aplica una primera capa de pintura y, después de dos horas, una segunda capa en la que priman los detalles: nariz, color de pelo, labios, ojos. Por último, cuando las pocas brechas de la arcilla han sido corregidas, les echa una capa de barniz mate. Está cansado y le duele la cabeza, pero termina su obra hacia las once de la noche.

Para ese entonces ha convertido los dieciocho pomos esféricos de puerta que hay en la casa en dieciocho caras con aspecto distinto. Su mujer no termina de entender nada, pero como sabe que a veces su marido hace cosas extrañas, no le da importancia y sigue a lo suyo, que es ver un famoso programa de televisión en el que una abuela publicita las identidades de diversos gerontofílicos famosos y muy afianzados en el poder gubernamental.

En cuanto al hijo, que tiene nueve años y una importante cicatriz en su cabeza provocada accidentalmente por el mismo padre, se ha pasado ocho de las catorce horas observando el complejo trabajo del padre sin decirle nada. Ha estado todo el rato escondido tras los muebles de diversas habitaciones y pasillos, aunque el padre supiera en todo momento que él estaba ahí, viendo la gradual transformación de los pomos en algo que al niño le parece terrorífico, porque cada una de las dieciocho caras tiene una expresión de sufrimiento distinta grabada en el rostro: hay algunas que abren mucho la boca mientras cierran los ojos, y hay otras que tienen la boca tan cerrada que se contrae en forma de arco, como una anciana profundamente enferma. Todos esos rostros moldeados y pintados pertenecen a personas que existen en la realidad, es decir, son réplicas de gran calidad de caras de personas que podríais encontraros un día paseando por la calle, haciéndoos pensar un <<esta es la cara que preside el pomo exterior del baño de esa casa>>. Por otro lado, todas ellas, sean feas o viejas, muestran las heridas de la carne y el tiempo. Y por último, son las caras de personas que viven en el mismo barrio que la familia protagonista, con las que el padre nunca ha hablado pero odia hasta un nivel casi paródico.

Durante las catorce horas de replicación intensa, recuerda el hijo, su padre no ha dejado de sonreír amargamente ni un solo instante. Ha disfrutado negativamente cada uno de los trazos, de las muescas, de las formas a obtener. Lo ha hecho con tal devoción que, incluso, se ha emocionado de ira en más de una ocasión, a medida que iba terminando el trabajo y el parecido de los pomos con sus caras originales cada vez se acercaba más a la realidad.

Al día siguiente, el hijo halla al padre abriendo la puerta del comedor con una rabia inusitada, apretando con fuerza y posando las puntas de sus dedos en los ojos del rostro del nuevo vecino de arriba, como si pretendiera arrancárselos. Horas más tarde, ve como su padre se mete la mano dentro de los pantalones para mojarla con el sudor de sus genitales y abre la puerta de la cocina, girando el rostro de la cajera de supermercado con tanta fuerza que el pomo llega a su límite y aún así sigue chirriando en cortos espasmos. 

Las caras de los pomos siempre están mirando hacia arriba. Y cuando te dispones a abrir la puerta, giran hacia la derecha, en un gesto que podrían mimetizar perfectamente las cabezas de la gente cuando hay un mendigo cerca.

En el pomo delantero y trasero de la puerta casi abandonada que lleva al desván, descubre el niño días más tarde, están su cara y la de su madre. La del niño está gritando de dolor. La de la madre, cuyos ojos inyectados en sangre te miran fijamente, aparece sumida en la tristeza. Cabe destacar que el padre, desde entonces, se comporta muy amablemente con ellos.

3 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Gracias, señor Círculo. Se nota que tienes vagina, pero "Señor Círculo" queda mucho mejor. El "plop" del comentario era porque me gustó lo que vi y quería llamar la atención de una forma descarada a la par que estúpida. Todo ello con un carácter muy sectario.

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  2. Puff, sublime. Doy gracias a encontrar estas cosas al seguirle a usted en Tuiter. Atentamente, @Leemonero.

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