miércoles, 10 de abril de 2013

PÓNGASE SOBRE LA GRAN EQUIS MANCHADA DE SANGRE POR EL BIEN DE LA PATRIA, POR FAVOR

Le contaré qué es lo que va a pasar. Verá, usted se tiene que poner sobre esta gran equis y morir aplastado por el yunque que mi buen amigo Manolo, que es piloto de avionetas, le lanzará. Si usted coge un momento mis prismáticos y se los coloca bien, es decir, por el lado que da aumento en lugar de por el lado que parece alejarle aún más de la realidad, podrá vislumbrar el avión en cuestión y al propio Manolo sonriéndole y saludándole. Porque verá, a mí lo que más me interesa es que su muerte sea completamente transparente y que conozca cada uno de los pormenores relacionados con ella. Porque todo esto que le voy a obligar a hacer es por el bien común. ¿Que por qué debe morir usted por el bien común? Es una muy buena pregunta. Siéntese en esta silla y escuche atentamente.

Ha vivido por encima de sus posibilidades. Usted debería estar viviendo con cinco euros al día, y en lugar de eso, ha vivido con diez. Y eso no es crímen, porque los dos admitiremos que todo ser vivo, si puede comer más de lo que le dan, lo va a hacer. Pero no me va a negar que si una gacela come más de lo que le está permitido se pondrá gorda y será la primera en caer, ¿verdad? Pues ahí está el sentido de todo. La naturaleza es cruel, y a veces los lentos tienen que morir para que los fuertes coman. Porque los fuertes también pueden comer. De hecho, deben comer, porque el fuerte come por derecho de cuna. Porque es fuerte y no es débil. Porque es rápido y no lento. Porque él te puede matar y tú a él no. No se me asuste, señor. Nadie se lo va a comer. Era tan sólo una metáfora explicativa de por qué debe morir. Ya puede levantarse de la silla de "entender cosas".



Vigile dónde mete la mano. Es por su seguridad.


Pongamos que yo soy presidente de esta gran nación y le digo que tiene que hacer un esfuerzo dejando de comer durante un año por el bien común. En un principio pensará que el hecho de no comer es malo porque morirá, pero unos pocos meses más tarde, cuando entre en unos pantalones de talla infantil, va a agradecérmelo. Le contaré por qué: porque entonces será más atractivo, porque la gente flaca es más atractiva y eso es innegable, y entonces atraerá a los inversores, que en esta especie de metáfora que me he inventado serían señores vestidos de negro y con alzacuellos. ¿Empieza a entenderme? ¿Por qué no? ¿Qué puede haber en mi explicación que un hijo de la calle como usted no sea capaz de entender? ¿Que por qué no me mato yo? Y entonces, ¿quién le explicaría mediante interesantes símiles y metáforas las razones por las cuales debe usted morir? ¿Puede parar un momento de quejarse y tener sentido común? 

Cálmese. Aquí lo que todos buscamos es concordia. Seamos dialogantes. No podrá negarme a mí y al buen Manolo que no estamos haciendo un gran esfuerzo para que usted pueda encontrarle un buen sentido a su muerte. Eso que está diciendo es muy maleducado. Es usted un radical, ¿no se lo han dicho nunca? ¿Qué problema tiene con la gran equis en la que debe usted ser chafado brutalmente por un yunque? ¿Acaso no hemos escogido el color que más le gusta, que es el rojo? ¿Acaso no está sonando su canción favorita? Sea un poco más agradecido. Le daremos hasta tabaco, sólo si se porta bien. Pagando los correspondientes impuestos, claro. Debo repetirle que todo esto lo estamos haciendo por el bien de todos y por el bien de usted. Debe recordar eso. Desde el estado, trabajamos para usted. Y ahora calle un poco y póngase sobre la gran equis manchada con la sangre de sus hermanos, padres, abuelos, hijos y amigos por el bien de la patria, por favor. Que usted es el último que nos falta y el almuerzo no se va a comer solo.



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