miércoles, 23 de octubre de 2013

GYNECOLOGIC EXAM

El médico la está mirando fijamente, sentado en su silla acolchada tras el escritorio. En el simple escritorio de madera contrachapada hay una pantalla plana de un ordenador -de las primeras pantallas planas que existieron, es decir, de quince pulgadas y totalmente cuadrada- y varios papeles esparcidos por su superficie, en su mayoría informes de otras pacientes y varios cuadernos de recetas. Un calendario de papel redondeado lleno de bolígrafos y clips reposa justo al borde de la mesa, y ella lleva pensando durante un rato que no tardará mucho en caer, a juzgar por los torpes movimientos del médico, que aún la está mirando fijamente y poniendo una expresión muy paternal, como si sólo estuviera pensando en formas de mejorar su bienestar.

En un momento dado, el médico se incorpora un poco y le dice que el Ministerio de Sanidad ha decidido que no puede pagarle la operación de aborto que ella, unos días antes, decidió solicitar. A continuación, prosigue el médico, le informa de que estará habilitado a realizárselo si le abona al Estado una cantidad de cuatrocientos cincuenta euros. La chica hunde un poco la cabeza entre sus hombros y, tras posar su mirada otra vez sobre el calendario con un triste rictus en la boca, le comenta que no tiene ese dinero porque hace dos años que no trabaja, y que decidió interrumpir su embarazo porque no cree que pueda encontrar trabajo pronto. El médico, acostumbrado a esa respuesta, mueve la cabeza afirmativamente durante unos instantes, se lleva la mano a la boca y se acaricia el labio inferior.

La mujer le pregunta si no hay otra opción posible, y el médico, después de mirarla durante unos instantes, le dice que sí. El Estado, empieza a decir, quitándose una lagaña del ojo, tiene en cuenta la situación de las mujeres sin ingresos que vienen a interrumpir su embarazo, y por esa misma razón, el Ministerio de Sanidad contempla una medida extraordinaria y sin precedentes. Ella, un poco más calmada, le pregunta cuál es y él responde, titubeando un poco y no sin cierta vergüenza, que la medida consiste en colocar una cámara fija justo delante de la camilla donde tiene que tumbarse ella, grabar lo que vendría a ser una revisión ginecológica normal en la que él le introduce aparatos médicos por la vagina y a continuación subir el contenido de la grabación a una web pornográfica. La web, a cambio, le abonará el dinero correspondiente al Estado para realizar el aborto.

Tras estas palabras, la chica empieza a esbozar una leve sonrisa que a los pocos segundos, tras comprobar cómo el médico se levanta, saca una handycam del cajón y la coloca encima de un trípode que ha recogido de dentro del armario, desaparece para convertirse en una maraña de lloros y gemidos. Le dice al médico que no es una puta. "No soy una puta", dice. "No tengo nada que ver con una puta", replica. Y el médico le dice que ya lo sabe, que es perfectamente consciente de que ella no es una mujer que normalmente aceptara dinero a cambio de mostrar sus genitales a todo el público que esté interesado en vérselos, pero que se han dado una serie de desafortunadas circunstancias y que por lo tanto no le queda más remedio que aceptar el trato o salir por esa puerta y no volver a entrar nunca, a no ser que sea con un niño en brazos.

El médico parece tan afectado como ella cuando saca del otro cajón unos papeles grapados con el escudo del Ministerio de Sanidad y el logo de la página pornográfica. "Es el contrato", dice, mientras a su vez le da un pañuelo para que seque sus lágrimas. "Tiene que firmar aquí y después aquí", le señala con el bolígrafo.

Esa noche, la chica enciende su ordenador. Aún está temblando. Ha estado toda la tarde tirada en la cama, dando vueltas. Mientras se toma su cuarto alprazolam en lo que va de día, entra en la web pornográfica que compró su grabación, introduce las palabras "Gynecologic Exam" y pulsa la tecla enter. Entonces aparece, en primera página, su cara y un primer plano de su vagina abierta con lo que parece ser un catéter debajo. El archivo tiene como título "Spanish Whore Shows Her Pussy To An Old Doctor And She Loves It". 

"She's a fucking bitch", añade el comentario de un espectador anónimo.

5 comentarios:

  1. Ese gran misticismo alrededor del comentario anónimo como gran colofón me ha impresionado tanto trágica como cómicamente. Soberbio.

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