tag:blogger.com,1999:blog-33202471944316428272024-03-13T08:06:22.512+01:00Abdul Jafar Presenta:Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10475589238289977716noreply@blogger.comBlogger42125tag:blogger.com,1999:blog-3320247194431642827.post-76673836817632396072015-01-08T20:09:00.004+01:002016-12-21T17:48:36.550+01:00LAS SESIONES<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">1</span><br />
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">A veces recuerda las tardes que solía pasar, siendo él un niño, en casa de la familia Artau. Estos recuerdos, enterrados en ocasiones durante años, aparecen en la mente de Juan sin avisar, ausentes de conexión clara y manteniendo una frescura envidiable. Llegados a este punto, cuando las primeras imágenes del pasado ya han aparecido y la anciana que habita en la mente de Juan -fallecida en el 89- se ha puesto a pelar patatas y hablarle de los altísimos árboles que crecen justo al lado de la casa, sólo le hace falta tirar con fuerza de la escena enquistada para descubrir la parte más suculenta y obsesiva de todo su mundo infantil muerto.</span><br />
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span></div>
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<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Silvia tiene unos diecisiete años de edad cuando Juan la ve por primera vez. Ella será la encargada de cuidarlo mientras el padre de Juan trabaja manipulando fotografías analógicas en un local que está justo al lado de la casa. Con su pelo castaño y expresión clara, esta chica cariñosa, guapa y al parecer madura va a apoderarse, sin quererlo y durante los meses siguientes, de la mente fragmentada y carente del pequeño Juan. Él la hará participar en los absurdos y autoritarios juegos que inventa sobre la marcha, la nombrará incesantemente en sus pensamientos nocturnos recurrentes y hablará de ella en el patio de la escuela como si fuera una especie de novia o una idea del ser que aglutina todo aquello que es bueno y necesario en el mundo. </span><br />
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span><span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Para Juan no hay momento más preciado que cuando hace buen tiempo y Silvia no tiene deberes ni amigos con los que estar; es en esos días cuando los dos suben a la soleada terraza de la casa y ella se dedica a acariciarlo en silencio, permaneciendo Juan con los ojos cerrados en todo momento y notando cómo los dedos de Silvia recorren con suavidad su espalda. Un día de mayo, durante el transcurso de una de esas sesiones de caricias convertidas en muy necesarias para la salud mental del niño, ella decide girarse y se muestra dispuesta, por primera vez, a ser acariciada por el niño. Juan, con una fuerte presión en el pecho y la cara, empezará a pasear la punta de sus dedos tímidos por la nuca de Silvia.</span><br />
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Poco a poco, a medida que los primeros minutos vayan pasando, irá ganándole terreno a la vergüenza inicial e irá siendo consciente de una serie de cosas que aún no entiende bien pero intuye. Pronto sus dedos llegarán a la baja espalda y rozarán un poco la goma de sus bragas, y es entonces cuando Juan empezará a vocalizar entre susurros un <i>te quiero</i>. Ella reirá un poco al oírlo y le dirá, con cierto sentido del humor, que ella también. Ese escueto <i>te quiero</i>, dicho desde el ciego convencimiento de Juan, será repetido unas cinco o seis veces durante los siguientes dos minutos, y cada vez habrá menos vergüenza y contención en ello. Llegará un momento en el que Silvia escuchará esas dos palabras con unas connotaciones a las que llamaremos <i>muy distintas, </i>y una fuerte sensación de malestar surgirá en ella, justo antes de que la mano de Juan se escurra por debajo de sus bragas imitando el golpe seco de una serpiente y ella retroceda, quitando la mano de allí y mirando a Juan con un odio que hasta ahora él desconocía y que en el futuro, junto a su mano húmeda, seguirá marcándole. </span><span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Un perro ladra. Los ladridos son lejanos y dan fondo a la mirada cruel de la chica, como si alguien hubiera enganchado dos tomas distintas de imagen y audio sin transición alguna, y luego se transforma en una sonrisa falsa, como si pensara que sólo está ante un niño y que las muestras de odio no son necesarias. </span><span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><i>Hay que sacar la ropa de la lavadora,</i> </span><span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">dice</span><span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"> Silvia mientras dirige sus pasos a las escaleras y el niño la sigue</span><i style="font-family: Verdana, sans-serif;">. </i><span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Ambos recogen la colada en silencio. Juan está confundido y sólo se dedica a sorber los mocos que caen de su nariz mientras pliega manteles y pantalones.</span><br />
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<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Durante las siguientes semanas, Juan y Silvia mantienen una relación tensa. Siguen habiendo momentos tranquilos, pero las rabietas y el llanto de un Juan cada vez más desesperado y demandante de las atenciones de Silvia terminan siendo aleatorios y demasiado molestos para una chica que empieza a odiarlo de forma profunda y que debe preparar su ingreso en la universidad. Días más tarde, mientras juega con el yo-yó del hermano mayor de Silvia, Juan se acerca al salón</span><span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"> y la oye hablando por teléfono con una amiga: <i>h</i></span><span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><i>ay algo en la cabeza de ese niño que no funciona nada bien.</i></span><br />
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">En junio Silvia se marcha. Juan la ve dos años más tarde a lo lejos. Ella está paseando a un perro y no sabe que él está ahí, mirándola fijamente. No le dice nada: permanece escondido tras un árbol hasta que su silueta desaparece.</span><br />
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<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">2</span><br />
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<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Veinticinco años más tarde volverán a verse. Juan está cogiendo un par de libros en la biblioteca. En la zona dedicada a los libros infantiles, situada al fondo a la izquierda, hay una mujer de unos cuarenta y muchos años contando un cuento. Los niños y un par de discapacitados, que rodean a la mujer sentados en sillas, escuchan en silencio la historia. Trata de un zorro que cada día, sin saberlo, le roba la comida a un hombre muy pobre que se muere de hambre y que nunca ha hecho ningún mal a nadie. Los asistentes adultos, que han llevado a sus hijos y nietos a la representación, se reúnen unos metros más atrás, sentados en sillas minúsculas. Sus piernas se arquean de forma caricaturesca y sus codos se clavan en las mesitas llenas de bolsos, papeles con letras deformes y libros de tiras movibles. Mientras Juan observa a la cuentista, que tiene el brazo metido en un calcetín naranja y blanco y lo está moviendo como si fuera la cola del zorro, nota la mano de alguien posándose en su hombro. </span><span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Al girarse descubre la figura de un hombre viejo, moreno y calvo. Este hombre, sonriente, empieza a hablarle de forma muy rápida y ligeramente familiar: asegura conocerle, le dice a Juan que la última vez que lo vio era sólo un niño. También le dice, intentando soltar pistas para hacerse reconocer más rápido, que es igualito a su padre, que se llama o llamaba José y era el encargado de una empresa de foto-montaje situada al lado de su casa. Sin darle tiempo a responder, ese anciano de temperamento nervioso alza la mano y señala hacia un punto en particular, entre los niños. Allí hay una cabeza sobresaliendo, la cabeza de una mujer madura en silla de ruedas y con uno de los brazos retorcido. Le pregunta entonces si la reconoce. Juan se fija en ella: apoyada en un cojín de color azul pegado en el costado superior derecho del respaldo, dibuja una mueca que intenta ser una sonrisa. Confundido al ver la cara seria y blanca de Juan, el viejo lo empuja hacia donde está ella y lo acompaña sin soltarle del hombro en ningún momento mientras le da pistas estúpidas que tratan de obligar al primero, que está apretando la mandíbula con fuerza y se resiste un poco a caminar, a decir de una vez que se acuerda de ambos.</span><br />
<br />
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<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Ya están de frente cuando Juan, intentando escapar de un momento que prevé demasiado incómodo, empieza a negar que les conoce. Asegura que todo ha sido una triste confusión, que su padre no se llamaba José y que él, para empezar, no es ni originario de la ciudad. Intenta desprenderse con esas mentiras, pero la mano mala de Silvia, que cada vez parece estar más inclinada, le propina una lenta y larga caricia en el brazo. No hay palabras saliendo de su boca, no hay ni tan siquiera un grito, y mucho menos un sobresalto. Juan nota la mano de la mujer enferma subiendo por su carne, la mano de esa mujer casi muerta por fuera y digna de compasión, y tan inevitable como siniestro escalofrío, sentido sólo en el seno de la respuesta puramente física, nace de su baja espalda y avanza en oleadas por su cuerpo. Lo curioso es que la sensación es la misma que recuerda Juan en el pasado; y entonces empieza a pensar en que una rama bien dirigida podría haberle reconfortado del mismo modo en sus años de infancia, o quizás el recorrido perdido de una mosca. Los ojos de Silvia son iguales, pero en su cabeza hay poco pelo. Los dedos que le tocan, largos y huesudos. Sus ojeras, muy remarcadas con ese color brillante que va a caballo del verde y el lila, son profundas y tristes. El viejo sonríe, Silvia sonríe y Juan no sonríe.</span><br />
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span>
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Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10475589238289977716noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-3320247194431642827.post-42972699350801980852015-01-07T04:35:00.006+01:002015-01-07T17:15:20.867+01:00LOS JUSTICIEROS<div style="text-align: justify;">
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Se oyen gritos y risas de niños en el piso de arriba. Los padres y madres de algunos de los niños, sentados en los sofás del salón, hablan de sus asuntos, ignorando por completo el ajetreo general. La mesa, desplegada y llena de platos de plástico con restos de pastel, sigue reemplazando el espacio antes reservado a un pequeño mini-bar con ruedines que no ha tardado mucho en ser abierto e inspeccionado por el anfitrión y un par de seguidores entusiasmados y rechonchos que, después del tercer trago, empiezan a tener las mejillas rojas y a hablar más fuerte de la cuenta. Entre todos ellos, sentado en una silla literalmente pegada a la parte del sofá ocupada por una mujer gorda, hay un hombre visiblemente más joven que el resto y de tez oscura con las manos en los bolsillos. De aspecto humilde y mirada esquiva, sólo ha hablado cuando el anfitrión le ha preguntado, con mezcla de curiosidad e incomodidad, a qué se dedica, cómo llegó al país y por qué tuvo un hijo a una edad tan temprana. Las dificultades del hombre para responder a sus preguntas, que en el fondo considera del todo injustas por su tono condescendiente, le han llevado a sonreír de forma tímida y a tejer, con nervios visibles por su parte y un ineludible acento extranjero, respuestas inseguras e inventadas que poco tienen que ver con una verdad quizás demasiado triste para una tarde de cumpleaños. Una pequeña sensación de malestar se impone en la sala: de todas formas no hay, por fortuna para el padre joven, queja ni insistencia alguna en los demás por sus pobres explicaciones, pues en el fondo parecen estar tan poco interesados como él en abrir la caja misteriosa. Las risas de los niños siguen estallando como pequeñas réplicas y todos menos el joven, mezclados en sentimientos ahora conmutados, intercambian miradas jocosas.</div>
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En uno de los tres revisteros dispuestos en el salón, que es grande y hermoso, hay una mujer sonriente ocupando la portada de un <i>magazín</i> del corazón que parece estar mirándole a los ojos con estupor. La anfitriona, situada justo delante suyo y sentada en una butaca <i>beige</i>, no deja de mover la pierna que entrecruza su muslo derecho. El repiqueteo metálico que hace la hebilla de su gran cinturón al topar con el botón de la falda vaquera que lleva resulta muy molesto. En uno de esos momentos en el que todos los adultos proceden a llenar dos dedos de sus copas después de hablar de política, se oyen unos pasitos rápidos que descienden las escaleras. Con los ojos turbios y unos calcetines de jirafas, el niño que aparece acusa a otro de haberle tomado por la fuerza un juguete y luego pegarle. Las sonrisas de los padres contrastan con el enfado momentáneo de la mujer gorda, que se toma unos segundos para preguntarle quién se lo ha quitado, y la respuesta parece no sorprender a nadie. Las miradas apuntan al padre joven, que se disculpa con un gallo involuntario, traga saliva y se levanta para pedirle a su hijo, con voz grave y rápida, que baje. Después de unos segundos esperando una respuesta que no llega, le pregunta a la mujer si puede subir al piso de arriba para hablar con él.</div>
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Las escaleras son bastante anchas y de madera oscura. Un par de cuadros de escenas marinas pintados con mala mano intentan rellenar con relativo éxito el vacío de las paredes. Los gritos paran en seco cuando la madera del último escalón cruje y revela un pasillo iluminado por una lámpara de pie posada sobre un mueble de anticuario. Al fondo a la derecha hay voces susurrando algo que no consigue entender. Tras un breve respiro, llama a esa puerta y abre casi al instante. </div>
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Por un momento teme verlos a todos desnudos.</div>
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg_PAB9_Yqbx_lzmtT6CzQFh2vgqOCT5dPanG7spsEnIcFIAjXPclLHVmYqLjQK5AdPpmWvf6t8UIemIpxY1xiYC4PGQrrC-R2WFg9PXrNKE9vnYBEOFZknoP6YjxOb48et_uZIaKgj0dmy/s1600/cumpleanos.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg_PAB9_Yqbx_lzmtT6CzQFh2vgqOCT5dPanG7spsEnIcFIAjXPclLHVmYqLjQK5AdPpmWvf6t8UIemIpxY1xiYC4PGQrrC-R2WFg9PXrNKE9vnYBEOFZknoP6YjxOb48et_uZIaKgj0dmy/s1600/cumpleanos.jpg" height="185" width="320" /></a></div>
En la habitación, pese a todo, sólo hay dos niñas haciéndose trenzas que le miran con cara de sorpresa. Los tres se quedan callados y muy quietos hasta que una de las niñas le cuenta que su hijo Carlos se ha escondido con los demás niños en alguna parte de la casa porque no quiere encontrarse con él, y que no sabe dónde puede estar. Consciente de que no debe ponerse a buscar a su hijo en una casa ajena por eso de no meter las narices donde no te llaman, vuelve sobre sus pasos para pedirle a los anfitriones que le ayuden; pero mientras baja las escaleras escucha las voces de los padres, que con una calculada discreción están hablando de algo que le incumbe mucho. Lo primero que logra oír es un ¿<i>no os habéis fijado en que ese niño huele bastante mal?. </i>Eso lo dice uno de los hombres, el que parece un botijo, en tono de sutil burla. <i>No creo que tenga una buena higiene, aunque tampoco me extraña, </i>replica la de la mujer que poco antes le daba permiso para subir a las habitaciones. <i>Eso es cierto, cada vez que lo veo, y lo veo mucho porque yo voy a buscar a mi hijo a la salida de la escuela, me doy cuenta de que lleva la misma ropa, </i>sentencia una tercera voz con pretendida finura. El hombre joven se sienta en las escaleras intentando hacer el menor ruido posible y empieza a morderse una uña sin dejar de escucharles. <i>La culpa es de los padres. Hay gente que no debería tener hijos, </i>prosigue esa misma voz<i>. Creo que el Estado debería encargarse de eso, de la misma forma que se encarga de los permisos de conducir y otros; si no apruebas los dos exámenes, no te dan el carné. </i>Una enorme punzada de vergüenza contrae la boca de su estómago. Los balaustres de madera de la barandilla parecen estrecharse con su campo de visión, que ahora está empañado y carece de firmeza. La humillación que siente sería muy distinta si todo ello se tratara de una simple y larga hilera de mentiras, y de hecho podría pensarlo; podría pensar que es tan sólo fruto de la maldad o de algún tipo de conjura, pero sabe perfectamente, y eso es lo peor de todo, que lo que dicen las voces, ahora con sus caras desdibujadas y frías, es verdad. Y eso, si cabe, provoca en él un enfado y una vergüenza aún mayor. <i>¿Crees que come bien?,</i> añade una de las voces.<i> Está flaco. Y, por cierto, ¿alguna vez habéis visto a su madre? </i>Las voces niegan casi al unísono. <i>Eso es trágico.</i> Su cabeza se anuda a sus rodillas. La puntería de esa gente es exacta y descarnada. <i>Irresponsables. Menudos irresponsables. Ese tipo no parece estar bien de la cabeza. </i>Pese a todo, no va a ponerse a llorar. De alguna forma es como si eso ya estuviera sucediendo en un lugar lejano de su cabeza: lo nota como si hubiera una membrana, una membrana muy fina que delimita el flujo del pesar, pero no el de la exposición y la desnudez. Sus dientes logran arrancar parte de la uña de su dedo anular. La tira cede como si se tratara de una suave cremallera y es introducida en su boca. La mordisquea y nota el <i>clic</i> que la parte en dos. </div>
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De repente se descubre deseando que su hijo no haya oído nada de lo que esas personas están diciendo. Está claro que su hijo no es estúpido, pero ojalá lo fuera. Ojalá fuera tonto y fuera ciego, dice. Alza y gira la cabeza: lo está buscando. <i>No me extrañaría nada que pegara al niño. ¿Por qué creéis que no ha bajado cuando le llamaba? </i>Al cabo de unos instantes, ya ajeno a todo lo que dicen, baja su cuerpo tres peldaños sin levantarse, entrecierra los ojos y lo ve ahí, al fondo del pasillo de la planta baja. Primero se fija en su ropa, que es la misma de siempre. Después piensa en preguntarle si ha oído algo de lo que decían, pero siente miedo. No va a enfrentarse a él. <i>¿Y si te roba? </i>Mueve su mano un poco. Ese leve movimiento hacia él indica al niño que debe acercarse con sigilo. El niño sube las escaleras descalzo y se sienta al lado de su padre, que lo mira con los ojos muy abiertos. Intenta decirle algo al niño, pero tartamudea. A continuación, el primero se levanta y el otro le imita. Terminan de bajar las escaleras. El padre se asegura de hacer ruido, de pisar fuerte cada escalón para que le oigan. Las habladurías cesan de golpe.<br />
<br />
Aparecen ante ellos, fríos y lejanos, y el niño se disculpa por quitarle el juguete al otro. Tres minutos más tarde el padre joven se sentará en la silla que estuvo ocupando antes y sonreirá y fingirá que no ha pasado nada.<br />
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Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10475589238289977716noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-3320247194431642827.post-33204727900732975162014-05-24T08:27:00.002+02:002014-05-25T05:15:56.339+02:00UN ENCUENTRO FORTUITO<div style="text-align: justify;">
Volviendo cargada del supermercado con varias bolsas de la compra, Marta ve a su amigo Alberto al otro lado de la calle. Alberto, que va bastante abrigado para el día que hace, tarda unos segundos más en verla. Cuando lo hace se sobresalta un poco por la sorpresa y decide, tras alzar su gran mano en señal de saludo, esperar a que Marta llegue hasta él, gesto amable al que ésta responde con un movimiento de cabeza ascendente y una sonrisa. Durante el minuto de espera que los separa, ambos se miran y retoman viejas bromas en las que se lanzan besos y hacen pequeños ademanes suicidas contra los coches que pasan hasta que el semáforo se pone en verde y Marta avanza, acompañada por el gentío de la avenida, por el paso de cebra. Al ver que lleva varias bolsas, Alberto se ofrece sin mediar palabra a aliviar su carga y coge un par; y después de darse las manos que ambos tienen libres y un par de besos, empiezan a andar juntos. Es un bonito día de primavera y el ruido, que el calor ha potenciado desde la última vez que se vieron, satura y congestiona la ciudad.</div>
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Si pudiéramos ver a Marta y Alberto desde la perspectiva de uno de los miles de desconocidos que transitan por la avenida, no podríamos apreciar rasgo de incomodidad o extrañeza en sus gestos y palabras. Pese a que su contacto ha sido casi inexistente en los últimos años y reparado -o más bien parcheado- tan sólo por pequeños encuentros fortuitos como el de hoy, se siguen tratando con absoluta confianza y usando un sentido del humor que ambos han compartido desde siempre. Primero comentan el tiempo y las crueldades de la política para más tarde hablar de su trabajo o, en el caso de Marta, de la ausencia de éste. Instantes después de prometerse entre risas que un día de estos se juntarán para diseñar una bomba que vuele el Congreso de los Diputados, se quedan en silencio y, serenamente, se dejan llevar por el camino. Quizás nunca fueron demasiado habladores, pero están contentos de verse y eso se nota.<br />
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A la altura de un <i>Bershka</i> que hace esquina, Alberto se para en seco y le pregunta a Marta hacia dónde se dirige. Ella le responde que va a dejar las bolsas en casa y luego a una entrevista de trabajo. Es entonces cuando Alberto suspira de forma teatral y le dice a su amiga que él tiene que ir a la comisaría. Marta le mira con cara de no entender nada y le pregunta por qué, <i>qué te ha pasado, qué te han hecho.</i> Alberto le responde, con una sonrisa extraña, que va a entregarse por haber matado a su mujer. Después de quedarse en silencio durante unos segundos, Marta echa a reír y lo envía a tomar por el culo; pero justo antes de retomar la marcha, la mano libre de Alberto empieza a desabrochar el abrigo que lleva y, apartando levemente las dos junturas de la cremallera, le muestra a su amiga una gran mancha de sangre oscura que tiene en su camisa blanca. </div>
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEikQnEJt7CnpBQAt8cTNXTKajyaQSpC5icBrWMIkGhIHsxnldEK68O9LrIkpsKxAsfPnZAbcKgyeq04OpZOPOgHNJ0kR0hTB461kBqJaL0LvYXUWpHcYcIoc4_DQqVPwQZrcU8Db6yutgr6/s1600/bolsa_compra.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEikQnEJt7CnpBQAt8cTNXTKajyaQSpC5icBrWMIkGhIHsxnldEK68O9LrIkpsKxAsfPnZAbcKgyeq04OpZOPOgHNJ0kR0hTB461kBqJaL0LvYXUWpHcYcIoc4_DQqVPwQZrcU8Db6yutgr6/s1600/bolsa_compra.jpg" height="235" width="320" /></a></div>
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Marta enmudece de forma definitiva, arranca las bolsas de su mano y empieza a caminar rápido, pero Alberto la sigue y se pone a contarle que no hay nada de machismo en lo que ha hecho, que él no es un maltratador ni nada por el estilo y que le parece hasta absurdo tener que decir y aseverar una y otra vez obviedades como que las mujeres y los hombres son personas, y que por lo tanto están condenadas o premiadas a ser iguales. Tras sonreír de forma algo contrariada por el silencio de Marta, le repite que no lo ha hecho por un acto de posesión o control, sino simplemente porque en ese momento tenía un cuchillo en la mano y el acto de matarla le pareció una inmejorable idea, como quien baja a tomar unas cañas al bar o se quita los zapatos para meter los pies en el agua.</div>
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Alberto, de alguna forma, se siente más avergonzado por su necesidad de demostrar que no hay rastro de machismo en él que por ser un asesino, acto con el que no ha sentido absolutamente nada. Marta, que desde los noventa lucha activamente por la causa feminista junto a su pareja, le mira fijamente a los ojos, emite un chasquido de lengua y decide creerle. Sin romper el silencio enrarecido y la tensión evidente que hay en su rostro, lo acompaña hasta la puerta de la comisaría más cercana y ahí, bajo la atenta mirada de un policía que fuma, le da un abrazo de despedida.</div>
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<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Decide sentarse en un sillón de color blanco mientras repasa algunas de las preguntas que le hará al mismísimo Ingmar Bergman dentro de unos veinte minutos. Todas ellas están escritas en tres fichas un poco arrugadas por el contacto sostenido de sus manos. Cada cierto tiempo eleva la mirada, entra en un estado de pausa y se pone a anotar correcciones en los márgenes del papel con su bolígrafo. Pese al trabajo de preparación realizado, hay algo en él que duda y presiente un inminente e inevitable fracaso. Esa incertidumbre se traduce en la sensación de tener en su interior una pelota llenándole el pecho.</span></div>
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<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Ahora está en el plató. Sus piernas están cruzadas, y la que sostiene el peso de la otra no deja de moverse hacia arriba y abajo. Hay dos vasos y una botella de agua en la pequeña mesita de cristal que separa las dos butacas negras en las que ambos conversarán sobre los Grandes Temas. Mira la hora dos y tres veces. Observa el reloj de pared redondo situado al fondo de la sala con fruición, y cuando baja la cabeza lo ve. Se levanta de un salto y le da la mano. Su mano es muy grande y sus dedos larguísimos. Sus ojos son amables, pero tienen una ligera chispa de sueño. Es mucho más alto en persona. De hecho es mucho más alto que todo el mundo montado uno encima del otro, piensa. Bergman podría aplastarlo con su dedo meñique, si quisiera. Bergman podría aplastarlo usando la punta de su pene gigantesco. No es su cuerpo: lo verdaderamente alto, de alguna forma extraña, es su alma. Y eso le resulta gracioso. </span></div>
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<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">La entrevista empieza sin demasiados contratiempos. Bergman contesta a sus preguntas en un tono amable y honesto. El cámara fija la atención en pequeños detalles del cineasta. Su forma de llevarse la mano a la boca hace que el espectador intuya alguna frase de genio, un conjunto de palabras sacadas de quién sabe dónde: para Bergman el arte es algo profundamente incomprensible; un libro lleno de preguntas escritas en un idioma antiguo que nadie es capaz de leer con soltura. El entrevistador asiente con una sonrisa enigmática mientras reflexiona sobre esas palabras. Se toma unos segundos de silencio para llenar su vaso con agua y echar un trago. Mientras bebe clava su vista en Bergman. Observa su cara y luego aprecia una serie de contoneos en el tronco del cineasta, como si de repente se sintiera incómodo.</span></div>
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<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
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<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Según nos está contando Bergman, el proceso creativo es olvidarse del resto. <i>¿Qué es ese resto?, </i>pregunta el entrevistador mientras se enciende un cigarrillo. <i>El resto es todo aquello que no sea la maquinaria imaginativa. </i>Cabe decir que no hay pretenciosidad alguna en él. Intuye esas palabras de una forma simple y las suelta, como si fuera un niño.<i> </i>Es entonces, mientras Bergman pronuncia estas palabras, cuando empieza a flotar un ligero olor a mierda. Al principio es fácil de ignorar, pero a medida que los minutos van pasando uno descubre que se ha vuelto indivisible del resto: la peste, como si fuera una constante línea de bajo, permanece pegada en el fondo del ambiente. Bergman, sin embargo, está tranquilo: se permite bromear sobre su vida y su acuciante necesidad de silencio. Para él todas esas entrevistas, con el debido respeto, no son algo que llamen su atención. <i>Preferiría estar encerrado en mi casa o en lo alto de una columna</i>, comenta con un tartamudeo casi imperceptible mientras se ríe.</span></div>
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<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Instantes después el entrevistador da paso a la publicidad, posa la mano derecha sobre la mesa y se despide temporalmente de los espectadores. Bergman aprovecha el momento y se incorpora un poco: coloca la mano sobre la del entrevistador y le dice directamente que se ha cagado encima. Lo dice sin ninguna clase de vergüenza; lo dice desde una especie de honestidad plena y mansa. Mientras se lo dice, el entrevistador puede notar un momento de fuerza en la mano que el cineasta ha posado sobre la suya. Aparece en su cara una sonrisa dulce y espontánea. <i>Me he cagado encima. A veces es necesario. </i>El entrevistador contrae las cejas. <i>Estaba notando toda esa fuerte presión en mi ano mientras hablaba,</i> <i>y al cabo de unos minutos me he dicho a mí mismo un rotundo "qué coño" y he dejado de ofrecer resistencia.</i> En ese momento Bergman se deja caer hacia atrás y suelta un largo y profundo suspiro. Después de servirse un poco de agua, continúa diciendo:<i> debes saber que el proceso creativo es como esto. Cuando escribo y hago mis películas nunca me muevo. No hay segundo alguno de interrupción entre lo que pienso y realizo. Y cuando siento a la mierda pidiéndome una pista de aterrizaje, YO, que imagino ser una especie de controlador aéreo, le digo que pase, le doy pista. Le doy libertad de salir porque no quiero ir al baño. </i>Bergman posa la mirada sobre la cara de una becaria joven y atractiva y prosigue con su discurso en voz baja:<i> me cago constantemente encima, ¿sabes? De alguna forma es un precio a pagar, una multa. El Gran Peaje se establece en todo aquello que uno haga. </i>El entrevistador pone una cara dudosa y poco después, inmerso en un fuerte cortocircuito, asiente. En el rostro de Bergman sólo se puede apreciar una expresión de veracidad y paz. Luego sonríe y empieza a mover la pernera del pantalón. De pronto, el entrevistador observa cómo un zurullo sale de su escondite y cae al suelo. Por un instante, mientras sus ojos se posan en los ojos de Ingmar, puede entrever cierto orgullo de clase, una pequeña muestra de la dignidad que reside en todo esto. Es entonces cuando el genio mueve el zurullo con el pie, lo esconde bajo la silla y prosigue con normalidad el diálogo televisado.</span></div>
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<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10475589238289977716noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-3320247194431642827.post-70639229297206204642014-04-05T06:37:00.000+02:002016-12-21T17:46:16.695+01:00NO ES LA PARCA<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Cuando José abre la puerta de su bloque una vecina vieja y muy flaca que está bajando las últimas escaleras mueve el brazo en su dirección y lo llama utilizando la palabra <i>chico</i>. José, que va cargado con las bolsas de la compra, le saluda y se acerca a ella sin saber exactamente qué quiere. La anciana le agarra del brazo y le comenta, en voz muy baja, que hay un hombre en el rellano del piso de José que, según le ha dicho hace un par de minutos, ha venido a matarlo. <i>Es un hombre alto, corpulento y calvo </i>-prosigue la vieja-<i>. He pensado que quizás era una broma, puesto que ahora todo el mundo bromea mucho con la muerte y estas cosas; pero yo te lo digo <b>por si acaso</b>. </i>José, extrañado, deja las bolsas en el suelo y empieza a seguir a la anciana, que después de decirle todo esto se ha puesto a caminar en dirección al portal para salir. Intenta coger su mano para extraer más información acerca del hombre: pregunta sobre otro rasgo físico, sobre un acento, sobre una coletilla en su forma de hablar. Pero la anciana, al ver que José no se ha tomado la noticia en broma, empieza a pensar que hay alguna razón de peso en toda la historia, de modo que mueve la cabeza negativamente mientras su mano se suelta y le dice que ella, de estas cosas, no quiere saber nada. Que llame a la policía o se las arregle como pueda.</span></div>
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi9wnstCy5sp7KncwDQF5XocIBYB0W3aY1BSnfHzzz-dtMbFyTbGIQHcx4aquv6wBGlaIJ_ssFDALwfM0ROBOidz2gDbkGl9ltwe5K3rWax53qP83H24-tHDPrCyMZpI92yV2tKsA-KZhpt/s1600/8-escalerasedificiogerona19big.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="240" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi9wnstCy5sp7KncwDQF5XocIBYB0W3aY1BSnfHzzz-dtMbFyTbGIQHcx4aquv6wBGlaIJ_ssFDALwfM0ROBOidz2gDbkGl9ltwe5K3rWax53qP83H24-tHDPrCyMZpI92yV2tKsA-KZhpt/s1600/8-escalerasedificiogerona19big.jpg" width="320" /></a></div>
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">José, mientras la puerta principal se cierra y la vieja va desapareciendo de su vista, decide sentarse en el segundo peldaño de la escalera. </span><span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Lo cierto es que la gente de ese barrio es muy seca. A veces, incluso, parece inmisericorde: es como si estuviera acostumbrada a la mierda. Hace cinco meses un hombre muy bajo se suicidó colgándose de un pequeño árbol situado debajo del edificio en el que José vive. José se dio cuenta de ello un par de días más tarde, cuando pasó por allí y descubrió que el árbol ya no estaba. Al preguntarle por la desaparición del árbol al propietario de un bar cercano,</span><span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"> éste se lo contó todo con gran lujo de detalles. Al cabo de unos segundos, añadió que el suicida y él eran muy amigos, que lo sentía mucho y que la vida, en resumidas cuentas, eran muchos bastonazos en la espalda. José, por un momento, creyó estar en presencia de un robot contando una historia muy triste, porque no hubo expresión alguna en él que justificara todas esas frases.</span><span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"> José</span><span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"> a veces piensa en el suicida desconocido. Imagina su cara, su aspecto y su voz. Por otro lado, no termina de saber si la acción de haber talado aquél árbol era una medida disuasoria para los suicidas de baja estatura o una venganza muy estúpida hacia el árbol, cuya única culpa fue haber existido como apoyo, decoración y sombra en una zona profundamente loca y triste</span><span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">.</span><br />
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br />
El bloque de pisos es de los años sesenta. Es una de esas edificaciones altas e idénticas a sus vecinas, cuya construcción en los suburbios es de su misma especie y sirvió para dar techo a bajo coste a los campesinos que emigraban a la ciudad. Ahora todos esos campesinos de antaño son en su mayoría pensionistas atrapados en su propia bañera y familias en el paro. </span><br />
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">José permanece cabizbajo. Se supone que hay un hombre que quiere matarle. Eso le sorprende enormemente, puesto que no recuerda tener enemigo alguno. Que él sepa, nunca ha hecho daño a nadie. Quizás tenga un sentido del humor hiriente o una crueldad desmedida en el habla, pero no se considera un asaltante físico ni está metido en problemas de ninguna clase más allá de los que él mismo sufre, que son muchos, pero interiores, cotidianos y en gran parte miserables. Intenta recordar algún momento enfermo o alguna mala acción cometida en el pasado, pero ahora no se le ocurre nada. <i>Quizás</i></span><span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><i> todo se trate de una broma.</i> José, además, no cree que ningún asesino se ponga a hablarle de sus planes a un desconocido. Pese a haberse dicho esta obviedad, un miedo modesto se ha escondido en él: ahora mismo lo está sufriendo en forma de latidos fuertes y resonantes</span><span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">. Al fin y al cabo, las cosas tienden a verse desde una perspectiva mucho más seria cuando tratan de uno mismo.</span></div>
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgVdzbOigOsg6hFnArIz5TlQwh4UNrWJLG7evVNkEtCQYT83lZYCmuHA5yrhdoN5RzgJyHnL27tSWQYjGhj7tSZkNHBOPuuGjlW9Id2mih3htsIG9J-tUyHyeLfuDmbFidPAVrGmdG3kfw9/s1600/edificio.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgVdzbOigOsg6hFnArIz5TlQwh4UNrWJLG7evVNkEtCQYT83lZYCmuHA5yrhdoN5RzgJyHnL27tSWQYjGhj7tSZkNHBOPuuGjlW9Id2mih3htsIG9J-tUyHyeLfuDmbFidPAVrGmdG3kfw9/s1600/edificio.jpg" /></a></div>
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Decide empezar a subir peldaños en silencio; decide seguir cargando las bolsas de la compra por miedo a que se las robe alguien. Es consciente de que eso lo hará más torpe en términos de sigilo en caso de que haya alguien ahí arriba, pero la idea de tener dos preocupaciones situadas en ambos extremos del mismo segmento ya le parecen demasiadas. </span><span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">Podría ser un amigo, piensa José mientras se mueve de forma silenciosa. La verdad, sin embargo, es que hace años que no tiene ninguno -aunque él quiera pensar que sí-.</span><span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"> Asoma la cabeza por el agujero de la escalera y descubre la existencia de una mano apoyada en la barandilla, tres pisos más arriba. En uno de los dedos de esa mano hay un anillo de oro bastante grande. La anciana, al parecer, no mentía. Pese a eso, se dice sin dejar de subir, es casi inconcebible que alguien pretenda matarle. ¿Por qué querría alguien hacerle daño? ¿Le habrá confundido de persona?</span><br />
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: "verdana" , sans-serif;">He ahí el último grupo de escaleras. José, que permanece agachado en el descansillo, puede oír la respiración del sujeto. Es lenta, profunda y congestionada, como el rumor de unas olas tranquilas. Un minuto más tarde, autoconvencido de que todo el asunto debe tratarse de un error y que a los veinte segundos ambos empezarán a reír y a darse palmadas en la espalda como buenos y futuros compañeros, decide asomarse y dar la cara. Es entonces cuando el hombre corpulento, que va vestido de negro, se gira. Debe medir dos metros, como poco. Los dos permanecen en silencio, mirándose a cinco o seis pasos de distancia: la escena parece haber sido sacada de una adaptación de <i>western </i>con un presupuesto muy bajo. La voz del gigante retumba en la escalera: ¿e<i>res Carlos? </i>José Artau niega con la cabeza. El hombre respira hondo y se disculpa.</span></div>
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Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10475589238289977716noreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-3320247194431642827.post-60355194430984887822014-01-16T02:54:00.001+01:002014-05-02T21:30:25.261+02:00LA MUDANZA<div style="text-align: justify;">
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<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"> Ahora veremos como Adam, que se encuentra desnudo en su sala de estar viendo una vieja película de torturas a presuntas brujas, descubre que no hay tabaco. También veremos, con cierto asco y al cabo de unos minutos, cómo las ganas de fumar le superan y cómo se humilla sin reservas y se pasa unos segundos rebuscando en el cenicero con la esperanza de encontrar un cigarro fumado a medias, o como mínimo una colilla que tenga más de dos centímetros de materia fumable. Por culpa de su sesgado sentido de la higiene, recuerda que tiró gran parte de las colillas fumables a la basura hace pocas horas, cuando aún creía que el paquete de tabaco albergaba una cantidad que le permitía seguir viviendo sin preocupaciones en una especie de superávit tabaquil hasta el día siguiente. Se dirige entonces a la basura para seguir bajando peldaños mentales -se imagina la figura de un siniestro hombre encorvado con un candelabro en la mano, entrando en la cueva donde se aloja el propio terror-, pero descubre que la bolsa amarilla de la basura no está ahí, que alguien la ha bajado, que ha sido su novia y que su novia debería estar siendo fusilada en ese preciso instante.</span></div>
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<a href="http://www.pueblos-espana.org/fotos_originales/8/2/9/00777829.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://www.pueblos-espana.org/fotos_originales/8/2/9/00777829.jpg" height="263" width="400" /></a></div>
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Es entonces cuando Adam decide vestirse con lo primero que encuentra y robar cinco euros del bote de monedas de su novia para explorar una ciudad que no conoce con la intención, ahora sí, de comprar tabaco. Cierra la puerta por fuera y se pierde en las calles sucias y mal alumbradas de un barrio triste y cuadriculado que fue, a juzgar por las numerosas placas oxidadas con el símbolo del <i>fasces </i>clavadas en las paredes exteriores de los edificios, construido durante los años sesenta. Para Adam, estos paseos nocturnos son deprimentes y reveladores. Pese a ser joven, le obligan, como si una mano estuviera sujetándole la cara para que su mirada enfoque bien la escena, a verse como un viejo desquiciado que siente mucho asco por todo, arrancando lentamente y a medida que pasan los años sus ganas de levantarse para hacer cualquier cosa, por estúpida, necesaria o fácil que parezca. Después de deambular durante veinte minutos por esa zona mugrienta y olvidable de la ciudad que no conoce, llega a una gasolinera. La tienda de esa gasolinera, completamente blindada y actuando como rotunda negadora de cualquier contacto humano -los pedidos se colocan en una bandeja de metal movible que adquiere dimensiones de cárcel-, está comandada por una imbécil que nunca ha oído hablar del tabaco de liar, pese a tener varios paquetes a cuatro palmos de distancia. Después de clavar el dedo en el cristal y gritar repetidas veces <i>quiero eso que está a la izquierda de esa lata de fabada, señora</i> -venden latas de fabada, esos soberanos hijos de puta-, Adam logra hacerse con uno de los paquetes. Satisfecho pero en ningún caso contento, vuelve sobre sus pasos. </span></div>
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<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Al llegar a su bloque y subir las escaleras, Adam descubre algo que lo descoloca totalmente: la puerta de su piso ha sido forzada. El lugar donde antes había un cerrojo ha desaparecido dejando un gran vacío. Después de dudar unos instantes, decide mirar por el agujero donde antes estaba la cerradura. En ese momento Adam no puede evitar pensar en todos esos anuncios de </span><i style="font-family: Verdana, sans-serif;">Securitas Direct</i><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"> presentados por Nuria Roca en los que una familia es brutalmente asesinada por ladrones rumanos por no haber contratado una de esas alarmas con cámaras que te observan de forma incansable.</span></div>
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<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Adam, como cualquier otra persona en su situación, sufre un pequeño ataque de pánico y piensa en llamar a la policía. Empieza a buscarlo en sus bolsillos, pero no encuentra su móvil: desde que se compró un buen </span><i style="font-family: Verdana, sans-serif;">smartphone</i><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">, tiene la costumbre de dejarlo en casa cuando sale para que no se lo roben. La otra opción, piensa Adam con cierto desagrado, consiste en llamar al timbre de sus vecinos y pedirles ayuda. Después de unos minutos en los que su temor social parece estallar, respirando en silencio frente a la puerta de los vecinos del 5º B con su índice muy cerca del timbre, desiste y decide alejarse. Aunque nadie pudiera creerlo, Adam es alguien que nunca avisaría a un extraño incluso estando inmerso en la peor de las desgracias. Eso se explica ya no sólo por un extraño sentido del orgullo que le impide pedir ayuda sin sentirse muy mal por dentro, sino por el contrato social que supondría la posibilidad de que la ayuda vecinal surtiera efecto, es decir, que todo el problema se solucionara y terminara bien de una forma que roza lo utópico, hecho que le obligaría a vivir en una temida realidad en la que Adam interactúa de una forma que no desea con sus vecinos y se siente obligado a tratarlos como amigos a los que invitar a tomar café en las tardes de domingo y a regalarles </span><i style="font-family: Verdana, sans-serif;">gadgets</i><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"> de cocina por Navidad, estableciendo una relación siniestra y deforme con esa España terrible que aparece en los programas de sucesos y actualidad. Por esa razón preferirá entrar en su casa con la intención de recuperar su móvil -si aún está ahí- sin saber qué hay al otro lado de la puerta, arriesgándose a morir o a ser violado por gente cuyo rostro es la muestra palpable de la menospreciada miseria europea.</span></div>
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhS2Bsdx47ly_Svx7u1ZTLg24oGyiYaM7j5OJw4fkcjHsWQlD57pN_b2Yg-UFcbmZX_DX7cpTPt7LMebPkJE71cCdFaWX4AS7uK1xnUb7BDY-i1cLW6i3jmBSRDQV8srFTmjGBcB9WQHAZY/s1600/IMAG0231.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhS2Bsdx47ly_Svx7u1ZTLg24oGyiYaM7j5OJw4fkcjHsWQlD57pN_b2Yg-UFcbmZX_DX7cpTPt7LMebPkJE71cCdFaWX4AS7uK1xnUb7BDY-i1cLW6i3jmBSRDQV8srFTmjGBcB9WQHAZY/s1600/IMAG0231.jpg" height="213" width="320" /></a></div>
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Así pues, Adam se coloca frente a la puerta, respira hondo y empieza a abrirla con mucho cuidado, asegurándose de no hacer ningún ruido. Palmo a palmo, la puerta va desvelando el recibidor y el salón, iluminado indirectamente por la luz anaranjada de la calle. Al parecer no hay nadie a la vista, ni tampoco desperfectos en el mobiliario. Adam entra en el piso en calidad -esta vez- de polizonte y avanza dando pasos muy cortos y lentos, como si caminara por las profunidades del océano. Cuando llega a la sala de estar se pone a buscar su móvil en los recovecos del sofá; durante el minuto siguiente se va permitiendo la libertad de hacer un poco más de ruido. Aunque sigue nervioso, ha dejado de notar una sensación de vértigo profundo. Mientras mete las manos en el espacio que separa los cojines y palpa la engañosa superficie del mando de la tele y restos varios de frutos secos, mecheros gastados y demás, descubre que hay algo allí, al fondo de la sala. Si se hubiera fijado bien, Adam se habría dado cuenta de que durante todo este tiempo una figura humana ha estado observándole desde el lindar de la puerta que comunica con el pasillo. Adam, paralizado por el momento, da un paso atrás. Durante un lapso de tiempo que parece interminable, ambos permanecen muy quietos y atentos a cualquier movimiento del otro, hasta que la descuidada voz de la figura se pone en marcha: <i>¿me podrías acercar ese ordenador portátil? </i>La pregunta, pronunciada en un tono extrañamente educado y simpático, le resulta chocante.<i> </i>Confundido y asustado, Adam se queda pensativo y no tarda mucho en obedecer a la voz. Su incapacidad para entrar en conflicto con los demás adquiere aquí su gran extensión. Se lo entrega de forma casi litúrgica, como si se tratara del ordenador portátil de Jesucristo. El hombre de la voz ronca es realmente grande y huele a orín, piensa mientras se acerca. Tiene una barba despeinada y viste con ropa hecha harapos. Cuando éste tiene el ordenador en sus manos, le da las gracias. Adam responde un pálido <i>de nada.</i> Justo en ese momento entra en el piso otro hombre, uno con un abrigo naranja y gorro de lana que arrastra un contenedor pequeño. La escena es muy rápida: deja el contenedor pequeño en el centro del salón y, después de intercambiar unas palabras rápidas con el hombre de la barba, procede a levantar la mesa y llevársela. Adam, sucumbiendo ya a la timidez total, decide entonces sentarse en silencio en el sofá mientras observa como cada vez más hombres y mujeres con aspecto de indigente llegan al piso con mobiliario público: adoquines, farolas recortadas, fuentes públicas, una papelera, cartones. Muy pronto, un par de señoras andrajosas le piden a Adam que se levante y les ayude a bajar el sofá, porque pesa mucho. Obedece sin rechistar. Bajo la atónita mirada de unos vecinos que se han despertado por el ruido, Adam baja con cuidado y vergüenza un tresillo de color marrón acompañado por unas mujeres con ojos de locas y roña en la cara. Una vez llega abajo, otro indigente le da unos golpecitos en su espalda dolorida y le comenta de forma amistosa que puede subir de nuevo al piso, que él ya se hará cargo del sofá.</span><br />
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Al volver al piso s</span><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">e da cuenta de que las baldosas ya han sido correctamente sustituidas por adoquines y asfalto. Al mismo tiempo</span><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"> </span><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">empieza a ser consciente del </span><i style="font-family: Verdana, sans-serif;">orden de todo esto, </i><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">y mientras oye a dos gatos peleándose a muerte ahí donde antes había un baño -ahora sólo hay un cubo y una fuente pública-, Adam comienza a apreciar de una forma enajenada el sutil arte con el que esos mendigos han estado redecorando su piso. Nada parece estar fuera de lugar, todo obedece a un cierto sentido estético callejero. Los indigentes tienen su </span><i style="font-family: Verdana, sans-serif;">savoir faire</i><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">.</span><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"> Un banco, emplazado ahí donde poco antes había el sofá, le invita con sus listones de madera oscura a sentarse de nuevo </span><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">y a observar, sin intromisiones por su parte, cómo la miseria termina de instalarse en su hogar.</span></div>
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Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10475589238289977716noreply@blogger.com8tag:blogger.com,1999:blog-3320247194431642827.post-6313578258175831832013-12-10T15:42:00.003+01:002013-12-10T18:20:40.417+01:00EL ESFUERZO<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Después de estar unos segundos dudando entre seguir caminando por la avenida o usar el callejón para ahorrarse tres minutos de trayecto, el hombre de mediana edad, que viste una americana con corbata gris y lleva un maletín, decide correr el riesgo y elige la segunda opción mientras mira su reloj con nerviosismo, un antiguo Casio que días atrás encontró en el fondo de su armario y hoy ha decidido ponerse por ironía. <i>Quizás pueda llegar puntual al trabajo</i>, se dice animadamente mientras</span><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"> inicia la marcha a paso rápido por el estrecho callejón lleno de pintadas y basura, cuyos altos edificios colindantes impiden que gran parte de la luz solar llegue a nivel del suelo, sumergiendo el lugar en una ligera penumbra que poco a poco se va intensificando.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Desgraciadamente, a unos diez metros del peatón y sentado en el primer peldaño de unas escaleras de emergencia, está esperándole un atracador con una navaja en la mano. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Llegados a este punto, no hace falta decir que la elección del hombre con prisa va a ser una clara equivocación. Él aún no es consciente de ello, aunque de alguna forma lo haya podido imaginar -como algo muy lejano en el espacio y casi onírico- mientras tomaba la decisión. Ahora veremos, sin poder hacer nada al respecto, cómo el hombre llega al <i>punto de no retorno;</i> lugar en el que el atracador decidirá levantarse, llamarle la atención, preguntarle alguna estupidez del tipo ¿<i>Sabes quién es Pikachu?</i> para despistarlo y a continuación empujarlo de un golpe seco contra la pared más cercana, enseñándole su arma. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Un ligero pinchazo en la barriga le hace darse cuenta de lo que está pasando. Está en un callejón y un hombre que parece estar muy nervioso quiere robarle sus pertenencias a punta de navaja. Lo primero que se atreve a decir es que no lleva absolutamente nada de valor encima, mentira obvia que rápidamente es contestada por el atracador con una pregunta acerca de si quiere morir apuñalado o no. Pasados unos pocos instantes de terrorífico silencio, el atracador empieza a meterle la mano libre en los bolsillos en busca de su cartera, acertando en el segundo intento. Cuando el atracador ya ha guardado en su chaqueta ochenta euros y un <i>smartphone</i> caro que encontró en el primer bolsillo, pregunta por el maletín. Los maletines de ejecutivo siempre tienen cosas de valor, musita. El hombre del reloj Casio responde, con voz temblorosa, que en su maletín no hay nada de interés. Es entonces cuando empieza un forcejeo: el hombre, paralizado por el shock, se ve incapaz de soltar su maletín. La situación se va volviendo cada vez más tensa. El atracador grita, amenaza, tira del maletín y le da un bofetón al hombre, y luego otro, pero la víctima no suelta el maletín de ninguna forma. Llega un punto en el que la situación se vuelve comprometida para los dos. <i>¿Acaso no me está tomando en serio?</i>, se pregunta para sus adentros el atracador. <i>¿De veras cree que no tengo cojones de clavarle la navaja? </i>A los pocos segundos, cansado de tener que aguantar sus propias arengas, se le pone la vista borrosa y le clava la navaja en el vientre y luego en la femoral. El hombre, al notar cómo la navaja entra en sus carnes y le perfora el intestino y más tarde el muslo, emite un grito sordo y cae al suelo. El otro, consciente de lo que ha hecho, se aparta y se queda mirándolo en silencio.</span></div>
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<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
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<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El hombre, con pequeños espasmos, se lleva la mano al vientre y luego la observa manchada de sangre. Es entonces cuando dice un <i>estoy perdiendo sangre. </i>Lo extraño de la situación, advierte el atracador, es que no lo dice en el tono asustado del que ha sido herido de gravedad, sino con un enfado considerable. <i>¡ESTOY PERDIENDO SANGRE, JODER!, </i>repite el hombre, muy contrariado por la noticia. <i>¿Tú sabes lo que le ha costado a mi cuerpo producir toda la sangre que ahora estoy perdiendo?, </i>le pregunta de pronto al atracador. <i>Mucho. Muchas semanas, </i>se responde. <i>Esta sangre es mía</i>. Sus ojos empiezan a llenarse de lágrimas mientras un borbotón de sangre negruzca sale de su pierna y cae en el suelo. <i>¿Eres consciente del esfuerzo que ha supuesto para mi cuerpo el hecho de fabricar toda la sangre que ahora estoy derramando? </i>El atracador mueve la cabeza negativamente mientras se aleja un poco más de la escena. <i>Esta sangre me la he ganado con el sudor de mi frente. Toda esa producción incansable de sangre, ¿para qué ha servido? </i>El hombre tira de su maletín, lo abre y después lo vuelca: decenas de papeles sin valor alguno para nadie caen y empiezan a volar por el callejón. <i>No ha servido para nada.</i> <i>Ahora no soy un recipiente de sangre válido,</i> exclama con rabia y tristeza mientras empieza a recoger, haciendo una forma de recipiente con sus manos, la sangre que está perdiendo para después echarla en el interior del maletín, que está abierto a su lado, repitiendo el proceso una y otra vez, como el marinero que achica agua de un barco que se hunde con la única ayuda de un cubo. Lo hace sin pausa hasta que muere desangrado minutos más tarde, incapaz de llenar más un maletín hasta los topes de la sangre que afortunadamente ha podido salvar.</span></div>
Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10475589238289977716noreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-3320247194431642827.post-50036611224979916232013-11-22T10:18:00.000+01:002014-05-13T04:22:37.421+02:00DE ALGUNA FORMA<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">De alguna forma viajar es como forzar la cerradura de una puerta y entrar al domicilio de un total desconocido para toquetear su cuarto de baño, dormir en su cama o beber alcohol hasta reventar en su sala de estar mientras lo destrozas todo a martillazos, sustituyendo los muebles, jarrones y otros elementos que has hecho añicos por montoncitos de billetes con impresiones de caras supuestamente famosas de las que nunca has oído hablar ni pretendes conocer. </span><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">De alguna forma viajar es esto, pero con el propietario animándote a entrar a ti y a muchos más en su casa con una sonrisa falsa y en el fondo triste, porque estará obligado a ducharse en tu presencia y a follar con su mujer mientras tú te haces fotografías justo al lado con los dedos formando el símbolo "victoria" y diciéndoles guarradas muy desviadas al oído en un idioma que no entienden y, visto lo visto, preferirían no aprender. Es</span><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"> ver como un tipo en chanclas y con una gorra puesta al revés entra en un museo muy prestigioso y se queda pasmado mirando cierta escultura erótica con una erección muy potente bajo el pantalón, sin que puedas llegar a saber en ningún momento si su erección es una respuesta profunda que el artista ha intentado provocar en el espectador o, simplemente, que el sujeto que la está mirando empalmado es un gilipollas incapaz de dar una respuesta más elaborada. </span></div>
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Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10475589238289977716noreply@blogger.com11tag:blogger.com,1999:blog-3320247194431642827.post-60963313566009339202013-11-13T07:37:00.000+01:002013-11-25T06:32:30.942+01:00TRILOGÍA DE LOS VIAJES: LA MAYOR PARTE DE SUS FANTASÍAS SE HACEN REALIDAD<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Ha sudado sangre para pagarse ese viaje a la India. Ha trabajado durante varios años en puestos de trabajo parcialmente humillantes, dejando un porcentaje de su austero sueldo en una cuenta corriente blindada. Se ha dormido pensando en la India, y lo ha hecho en camas chirriantes, en los pisos más sucios y baratos que ha encontrado. Ha soñado en colores inexplicables para otras latitudes, se ha obsesionado con los puntos rojizos de esas frentes mayoritariamente secas y ha imaginado que les pasaba la mano por encima para asegurarse de que no provenían de un lejano puntero láser.</span></div>
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<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Y ahora está allí, en el avión, miradle: casi está aterrizando en Nueva Delhi. Su cabeza está pegada a la ventanilla, viendo como las minúsculas edificaciones, casas y chabolas van creciendo de tamaño para convertirse, finalmente, en cosas reales. Las ruedas del avión ya están pegadas al suelo, <i>madre mía,</i> el traqueteo es muy fuerte y más de un pasajero piensa que va a morir mientras pone una mueca deformada, pero el avión ha posado con éxito a todos esos turistas y a nuestro protagonista en la capital mundial del exotismo. Qué lejanas le resultan ahora las frías noches comiendo salchichas procesadas: es como si nunca hubieran existido.</span></div>
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<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">En el aeropuerto recoge sus maletas. Las compró expresamente para el viaje, asegurándose de que fueran chillonas para poderlas ver bien: así, si alguien se las intentara robar, podría verlas desde una distancia lejana. Afortunadamente todo sale bien, y cuando llega a la salida del aeropuerto se encuentra con una mujer bajita con el cartel del hotel que ha contratado, uno muy caro y exclusivo llamado <i>Rashaman Palace, </i>situado en lo alto de una colina florida y verde, un paraje del que sobresalen ruinas de civilizaciones edificadas sobre las anteriores en un intento de erradicarlas.</span><br />
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span>
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<a href="http://chicolockersausage.files.wordpress.com/2011/12/hot-dog1.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="266" src="http://chicolockersausage.files.wordpress.com/2011/12/hot-dog1.jpg" width="400" /></a></div>
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Muchos de los pasajeros con los que ha compartido avión también se acercan a la mujer bajita con el cartel, y cuando la mujer -cuyo inglés es simplemente perfecto- se cerciora de que todos los integrantes de la lista están con ella, les invita a subir al autobús verde que tienen enfrente.</span></div>
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<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
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<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Durante el viaje, el autobús recorre avenidas atascadas por una marea de coches que él no ha visto en su vida, y calles atestadas de gente que grita mucho para todo. En uno de esos constantes atascos, una jauría de niños descalzos empieza a golpear el autobús con las palmas en alto, y alguna turista de edad avanzada siente como la aguja de su atrofiado <i>maternómetro</i> se sale de los niveles normales. Animan al conductor a que abra la puerta del autobús y los niños entran sonriendo, pero siempre gritando, y empiezan a pedir dinero. Algunos turistas, sonrientes y acaramelados, responden a las súplicas y abren sus carteras. Nuestro protagonista también lo hará: comprende que darle dinero a esos niños es comprar un <i>souvenir</i> para el alma, uno indeleble y ajeno al paso del tiempo. Le da un billete a una niña preciosa. Lleva una muñeca de trapo en la mano y una bonita trenza que llega hasta su ombligo. El acto de dar dinero es tal y como lo había imaginado.</span></div>
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<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
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<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Un rato más tarde, habiendo dejado atrás uno de los bordes de esa gigantesca ciudad, se abre ante ellos la colina. Es más bella de lo que podría parecer en las fotografías: el sol de poniente inunda un costado de los árboles, enroscados como un nudo. Es un quiste que sobresale, solitario, en la llanura de una espalda. En el desvío para acceder a la base de la colina hay una valla custodiada por un hombre. El hombre está sentado en su garita, leyendo el periódico. El conductor mueve la mano en señal de saludo, y el vigilante responde levantando el brazo articulado que les impide el paso. Mientras nuestro protagonista enfila la colina verde, se pierde en bellos y exóticos pensamientos<i>, </i>sin ser consciente de que antes de llegar al <i>Rashaman Palace </i>el autobús ha tenido que cruzar otras tres vallas cada vez más protegidas, y que esta noche cenará -entre otras cosas- salchichas procesadas, rodeado de alemanes grasientos, mientras unas mujeres bailan al ritmo de los tambores.</span><br />
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10475589238289977716noreply@blogger.com11tag:blogger.com,1999:blog-3320247194431642827.post-26437359653503139162013-11-11T08:31:00.000+01:002013-11-13T01:35:54.182+01:00LA PICADURA<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">La mujer, justo cuando el tendero va a darle el cambio, nota un pinchazo que arrastra un sentimiento de euforia. Esa euforia le nace de algo que ella se atrevería a nombrar </span><i style="font-family: Verdana, sans-serif;">alma.</i><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"> Es como si de repente sintiera un <i>clic</i> y la realidad se viera iluminada por un foco potente y cegador que revela, al acostumbrarse sus ojos a la luz, un mundo más íntimo, conectado y bueno. En esas ocasiones juraría que cree en Dios, puesto que las lágrimas empañan ligeramente las comisuras de sus ojos y todo le parece tan factible y sencillo que hasta carece de importancia. Así es como la mujer suele notar que se acerca un ataque epiléptico, de la misma forma que tú sientes esa ligera picazón en la nariz, con su posterior sensación de ingravidez, durante los instantes previos a un estornudo.</span></div>
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<a href="http://blog.uchceu.es/veterinaria/wp-content/uploads/sites/18/2012/08/el_mosquito_que_faltaba_articulo_landscape.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="220" src="http://blog.uchceu.es/veterinaria/wp-content/uploads/sites/18/2012/08/el_mosquito_que_faltaba_articulo_landscape.jpg" width="320" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El periodo de euforia epifánica sólo dura unos cinco segundos. Agotada esa prórroga, la mujer se desplomará y empezará a sufrir unas convulsiones visualmente terribles. Procura, imbuida en esa euforia de la que hablamos, sentarse en el suelo para minimizar el riesgo de caer y darse un golpe en la cabeza. E</span><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">sos escasos cinco segundos de felicidad plena son una cantidad suficiente e incluso generosa, porque el tiempo parece transcurrir a cámara lenta y el momento del desplome, incluso a una risible porción de segundo de su llegada, parece muy lejano y borroso.</span></div>
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<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Imagínate entonces toda la belleza que precisamente ahora está inundando su cuerpo, pese a ser totalmente consciente de la minúscula muerte que sentirá al perder el sentido, sabiendo que va asustar a toda la gente que hay a su alrededor cuando se sucedan los periodos convulsivos, gente ahora sorprendentemente bella y alegre a ojos de la mujer, que no va a sonreír mientras te mira.</span></div>
Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10475589238289977716noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3320247194431642827.post-22478118925144662302013-11-06T05:35:00.001+01:002013-11-11T08:38:19.250+01:00LA DESGRACIA SE MIDE EN PATAS<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Se convirtió en una cucaracha gigante mientras dormía, y al despertar vio su vientre laminado y brillante. Esa sensación de terror que nació en su estómago no era causada sólo por el hecho de ser un gigantesco y asqueroso insecto, sino por haberse convertido en la copia de un famoso cuento de Kafka, <i>y encima del más conocido</i>, se estuvo repitiendo en voz baja. ¿No podría estar viviendo en una jaula de circo? Al menos habría salvado las apariencias ante el público de más baja cultura. ¿No podrían haberlo condenado a morir atado en el centro de una cruel y colosal máquina tatuadora de crímenes?</span><br />
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
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<a href="http://www.biografiasyvidas.com/biografia/a/fotos/amenabar_5.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="250" src="http://www.biografiasyvidas.com/biografia/a/fotos/amenabar_5.jpg" width="320" /></a></div>
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Mientras aprendía a mover sus múltiples patas, no dejó de sufrir ni por un segundo las implicaciones que su transformación representaba: se había visto rebajado a un nivel muy modesto del imaginario popular. Tras haber ganado el estatus de cucaracha Kafkiana, ninguna persona con dos dedos de frente pensaría que él, de alguna forma, tenía algo nuevo que decir. Eso, sin duda, sería el fin de su carrera como artista. Se imaginó a personas calvas con gorra de niño antiguo y dilataciones en las orejas burlándose de él. </span><i style="font-family: Verdana, sans-serif;">No me digas nada: dentro de un rato una ballena blanca excepcionalmente grande te va a arrancar una de tus patitas, y eso te cabreará tanto que querrás vengarte de ella.</i></div>
</div>
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<i><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></i></div>
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<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Su vida se iba a convertir en una mierda. No es que su vida antes del suceso fuera muy feliz, al contrario; pero ahora llegaría a nuevas cotas de desgracia que no sólo lo afectarían como persona con sentimientos, sino como concepto.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
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<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Siendo perfectamente consciente del panorama que le esperaba, decidió encerrarse en el armario de su habitación hasta morir de inanición. Los espacios reducidos, oscuros y llenos de recovecos, antaño desagradables para él como ser humano, habían adquirido el nivel de posibles refugios, tal y como ocurría en el mismo cuento. Eso, como es evidente, le asqueó aún más, puesto que no sólo era objeto predecible de la historia: ¡incluso la guía de su comportamiento ya había sido meticulosamente editada y archivada!</span><br />
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span>
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<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><a href="http://image.qpicture.com/image/a/artist-alejandro-amenabar/alejandro-amenabar-192389.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="320" src="http://image.qpicture.com/image/a/artist-alejandro-amenabar/alejandro-amenabar-192389.jpg" width="241" /></a></span></div>
</div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">En un intento por recobrar la esperanza, empezó a pensar que en el mundo había miles de millones de humanos y que todas sus historias y desgracias, de alguna forma, se parecían un mucho entre ellas. En cambio, de personas convertidas en cucaracha gigante, sólo habían dos: una era nuestro protagonista y la otra procedía de la ficción. La alegría de aquél pensamiento que de golpe lo convertía en un ser más o menos extraordinario duró poco, puesto que la condición de ser humano para él mismo llegaba, durante la mayor parte del tiempo, a hacerse invisible. El ser humano físico -exceptuando unos pocos casos de deformidades y otras peculiaridades físicas extremas- estaba condenado a no destacar por sí mismo en nada radicalmente distinto y, por lo tanto, no podía tachar a otra persona de </span><i style="font-family: Verdana, sans-serif;">ser</i><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"> humana utilizando ciertas connotaciones críticas. Un ejemplo de ello podría ser la gente calva. Hay millones de personas calvas en el mundo, pero si de pronto apareciera alguien cuyo "pelo" son serpientes, todo el mundo diría</span><i style="font-family: Verdana, sans-serif;"> es Medusa, sé su nombre, así como toda su historia de memoria: qué poco interesante resulta todo esto si lo miramos con perspectiva, </i><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">se lamentaría la víctima antes de morir petrificada. La ficción era tan palpable que uno la veía normal sin que nunca lo hubiera llegado a ser: convertirse en un plagio del famoso bicho de Kafka, aunque sólo existiera como tal nuestro protagonista, lo hacía paradójicamente menos extraordinario que una persona anónima.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
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Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10475589238289977716noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-3320247194431642827.post-57975807267834355282013-10-30T17:31:00.000+01:002013-11-12T18:37:19.763+01:00NO PASA NADA<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Descubre a su madre mirando fijamente una lechuga <i>baby</i>. El niño ha ido a buscar un pack ahorro de latas de atún por encargo de su madre y al volver la encuentra ahí, pasmada, con el tronco ligeramente arqueado hacia adelante y su cabeza apuntando al arcón frigorífico de las verduras. El niño no le da importancia al asunto: su madre estará comparando precios, de modo que deja el atún en el carrito, le da la espalda y empieza a golpear con el dedo a una manzana Golden para escuchar su curiosa resonancia, más cercana a la madera que a la fruta.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://basicgoodness.com/2010/wp-content/uploads/2012/10/The-organic-section-in-supermarket.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em; text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><img border="0" height="239" src="http://basicgoodness.com/2010/wp-content/uploads/2012/10/The-organic-section-in-supermarket.jpg" width="320" /></span></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El hilo musical del supermercado se interrumpe para que una voz en <i>off</i> pueda anunciar magníficas ofertas en congelados. Unos segundos más tarde, el niño oye una ligeramente irritada voz masculina que está llamándole la atención a cierta señora, y al girarse repara en que, de hecho, el hombre se está dirigiendo a su madre, porque quiere llegar a las ensaladas sin invadir su espacio vital. La madre, ajena a la voz del hombre, sigue en la misma posición que antes. El hijo no tarda en acercarse. Le dice, intercediendo, que el señor quiere comprar una ensalada, pero la madre no contesta: se limita a observar cómo la luz artificial del supermercado, combinada con la del refrigerador, incide sobre una lechuga <i>baby</i> embalada en <i>film</i> transparente. <i>¿Mamá?</i></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: left;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><span style="text-align: justify;">Después de unos diez segundos de profundo e incómodo silencio, el hijo, un poco asustado, le pregunta a su madre si está bien. El señor, que de pronto ha enmudecido, permanece de pie a un metro y medio de distancia con la cara contraída y agarrando, con sus dedos largos y magros, una bolsa llena de plátanos. La madre lleva un buen rato sin parpadear. Al principio, la escena era un poco graciosa -puesto que su madre es de naturaleza fantasiosa y a veces se ve obligada a soportar las burlas de sus seres queridos por pequeños despistes como intentar sorber sopa con un tenedor o atropellar palomas con su coche-, pero ahora, después de haberla llamado con voz trémula y haber tirado repetidas veces de la manga de su abrigo sin haber obtenido respuesta, el ambiente empieza a cargarse de una neblina grotesca. El niño se pone a llorar con cierta timidez mientras tira con insistencia de su manga. Al ver cómo el niño llora e intenta </span>desesperadamente<span style="text-align: justify;"> llamar la atención de su mamá, el señor capitula en su intención de comprar una ensalada y empieza a alejarse afligido por el momento, sintiendo mucho no tener el valor de invadir el espacio vital de su atractiva madre, debido a una timidez congénita con el sexo opuesto que nunca ha podido superar. </span></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Agarrada con su mano izquierda a los hierros del carrito, la madre ni tan siquiera se mueve al recibir los tirones y empujones de su hijo, que cada vez son más fuertes y parecen decididos a romper el imperturbable centro de gravedad que la mantiene estática. Es como si alguien la hubiera rellenado con cemento y bajo sus pies tuviera unos tubos metálicos clavados en tierra, cuyo final se encuentra a muchos metros de allí, en un subsuelo atestado de apestosas ratas y cucarachas.</span></div>
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<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://www.noticiasmercadona.es/wp-content/uploads/2012/11/Cristina-monitora-de-fruta-y-verdura-con-la-trabajadora-Vicenta-en-el-supermercad-Sueca-Valencia.-542x327.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em; text-align: justify;"><span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><img border="0" height="193" src="http://www.noticiasmercadona.es/wp-content/uploads/2012/11/Cristina-monitora-de-fruta-y-verdura-con-la-trabajadora-Vicenta-en-el-supermercad-Sueca-Valencia.-542x327.jpg" width="320" /></span></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Mientras ocurre todo esto, la gente, alertada por un llanto y gritos crecientes, ha formado rápidamente un corro alrededor de la madre y el niño. Durante los primeros cinco segundos han sido espectadores dudosos, partícipes silenciosos de la emergencia. A la mayoría de ellos, el niño les causa la misma impresión rompedora que si estuviera pidiendo dinero descalzo en una calle transitada, con la palmita de su mano extendida y los ojos nublados por las lágrimas. Muy pronto, más de un curioso da el primer paso y empieza a tocarle la espalda a la madre al grito de <i>señora, ¿está bien, señora?,</i> mientras un hombre muy fuerte intenta abrir dedo a dedo la mano que está agarrada al carrito. Pero es imposible: la mujer está petrificada y con los ojos abiertos. Resiste cualquier golpe sin que su posición varíe. Es en ese momento cuando una tercera voz empieza a reclamar, entorpecido por una canción de Shakira que suena en el hilo musical, <i>que alguien llame a una ambulancia</i>, porque ha descubierto que del centro de las nalgas de la madre ha empezado a brotar alguna clase de líquido que casi traspasa la gruesa capa de sus tejanos. El líquido no tarda mucho tiempo en deslizarse por las perneras del pantalón y empieza a invadir el suelo. Una mancha de sangre se extiende bajo los pies de la madre mientras la voz en off habla de un paquete de doce latas de San Miguel a cinco euros con diez, y todos los ahí presentes empiezan a asustarse de verdad y una mujer mayor se tapa la boca con las manos mientras emite un sordo <i>Virgen santísima; </i>y entonces aparece de la nada una chica joven, y la chica joven abraza al niño, que ha empezado a gritar de una forma muy aguda al ver toda esa sangre saliendo del ano de su madre petrificada en plena elección de una lechuga <i>baby</i>, y la chica se lo lleva unos metros más allá, corriendo lejos de todo mal, diciéndole al oído que <i>no pasa nada, no pasa nada, no pasa nada.</i></span></div>
Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10475589238289977716noreply@blogger.com9tag:blogger.com,1999:blog-3320247194431642827.post-10896087614282718512013-10-23T04:37:00.000+02:002014-04-02T06:32:30.383+02:00GYNECOLOGIC EXAM<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El médico la está mirando fijamente, sentado en su silla acolchada tras el escritorio. En el simple escritorio de madera contrachapada hay una pantalla plana de un ordenador -de las primeras pantallas planas que existieron, es decir, de quince pulgadas y totalmente cuadrada- y varios papeles esparcidos por su superficie, en su mayoría informes de otras pacientes y varios cuadernos de recetas. Un calendario de papel redondeado lleno de bolígrafos y clips reposa justo al borde de la mesa, y ella lleva pensando durante un rato que no tardará mucho en caer, a juzgar por los torpes movimientos del médico, que aún la está mirando fijamente y poniendo una expresión muy paternal, como si sólo estuviera pensando en formas de mejorar su bienestar.</span><br />
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">En un momento dado, el médico se incorpora un poco y le dice que el Ministerio de Sanidad ha decidido que no puede pagarle la operación de aborto que ella, unos días antes, decidió solicitar. A continuación, prosigue el médico, le informa de que estará habilitado a realizárselo si le abona al Estado una cantidad de cuatrocientos cincuenta euros. La chica hunde un poco la cabeza entre sus hombros y, tras posar su mirada otra vez sobre el calendario con un triste rictus en la boca, le comenta que no tiene ese dinero porque hace dos años que no trabaja, y que decidió interrumpir su embarazo porque no cree que pueda encontrar trabajo pronto. El médico, acostumbrado a esa respuesta, mueve la cabeza afirmativamente durante unos instantes, se lleva la mano a la boca y se acaricia el labio inferior.</span><br />
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">La mujer le pregunta si no hay otra opción posible, y el médico, después de mirarla durante unos instantes, le dice que sí. El Estado, empieza a decir, quitándose una lagaña del ojo, tiene en cuenta la situación de las mujeres sin ingresos que vienen a interrumpir su embarazo, y por esa misma razón, el Ministerio de Sanidad contempla una medida extraordinaria y sin precedentes. Ella, un poco más calmada, le pregunta cuál es y él responde, titubeando un poco y no sin cierta vergüenza, que la medida consiste en colocar una cámara fija justo delante de la camilla donde tiene que tumbarse ella, grabar lo que vendría a ser una revisión ginecológica normal en la que él le introduce aparatos médicos por la vagina y a continuación subir el contenido de la grabación a una web pornográfica. La web, a cambio, le abonará el dinero correspondiente al Estado para realizar el aborto.</span><br />
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Tras estas palabras, la chica empieza a esbozar una leve sonrisa que a los pocos segundos, tras comprobar cómo el médico se levanta, saca una <i>handycam</i> del cajón y la coloca encima de un trípode que ha recogido de dentro del armario, desaparece para convertirse en una maraña de lloros y gemidos. Le dice al médico que no es una puta. "No soy una puta", dice. "No tengo nada que ver con una puta", replica. Y el médico le dice que ya lo sabe, que es perfectamente consciente de que ella no es una mujer que normalmente aceptara dinero a cambio de mostrar sus genitales a todo el público que esté interesado en vérselos, pero que se han dado una serie de desafortunadas circunstancias y que por lo tanto no le queda más remedio que aceptar el trato o salir por esa puerta y no volver a entrar nunca, a no ser que sea con un niño en brazos.</span><br />
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El médico parece tan afectado como ella cuando saca del otro cajón unos papeles grapados con el escudo del Ministerio de Sanidad y el logo de la página pornográfica. "Es el contrato", dice, mientras a su vez le da un pañuelo para que seque sus lágrimas. "Tiene que firmar aquí y después aquí", le señala con el bolígrafo.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Esa noche, la chica enciende su ordenador. Aún está temblando. Ha estado toda la tarde tirada en la cama, dando vueltas. Mientras se toma su cuarto alprazolam en lo que va de día, entra en la web pornográfica que compró su grabación, introduce las palabras "Gynecologic Exam" y pulsa la tecla enter. Entonces aparece, en primera página, su cara y un primer plano de su vagina abierta con lo que parece ser un catéter debajo. El archivo tiene como título "Spanish Whore Shows Her Pussy To An Old Doctor And She Loves It". </span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">"She's a fucking bitch", añade el comentario de un espectador anónimo.</span></div>
Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10475589238289977716noreply@blogger.com5tag:blogger.com,1999:blog-3320247194431642827.post-72482807358931753402013-09-24T15:55:00.003+02:002013-09-24T16:08:37.718+02:00CARTA A UN PRODUCTORVengo a proponerle una idea para un programa.<br />
<br />
Sería un reality show. Un reality de los de toda la vida. Orientado a la familia. Pero sobretodo a la gente solitaria con depresión severa y un sentido crítico muy elevado y exigente, por no decir inexistente. No quiero que usted se piense que vengo sin haber preparado absolutamente nada. Aquí tengo una pequeña portada del programa:<br />
<br />
¿QUIÉN ES EL PERRETE GUAPO?<br />
<br />
Ese sería el título.<br />
<br />
"Quién es el peuete guapou?" Lo digo así porque si los títulos tienen mucho acento inglés la gente se identifica más con el visionado dinámico.<br />
<br />
El reality show trata de coger perretes feos y convertirlos en perretes guapos. Todos los perros quieren ser guapos, y en este programa les daríamos la oportunidad. Nosotros queremos que los perretes sean felices y se sientan seguros de sí mismos.<br />
<br />
Inicialmente cogeríamos a los perros más feos para que el cambio fuera más evidente. Y contrataríamos a un decorador de perros amanerado y con foulard que diría:<br />
<br />
"¿Hola, tierra llamando a perro? Este perro no es chic. Este perro es 0% chic".<br />
<br />
(El tío mueve la cabeza como las negras de Gospel que hacen "no no no", mientras mueve el dedo índice de forma gay).<br />
<br />
Evidentemente esto lo diría un hombre de color. Porque yo conozco a mucha gente de color. No soy nada racista. Les admiro porque son de color y sufren. Son como mujeres maltratadas con todo el cuerpo lleno de morados. Pero morados de color.<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<br /></div>
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://cdn.uproxx.com/wp-content/uploads/2012/09/police-dog2.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="192" src="http://cdn.uproxx.com/wp-content/uploads/2012/09/police-dog2.jpg" width="320" /></a></div>
Al principio habría un jurado que vería al perro feo y diría cosas como "este perro no me gusta" y luego una mujer con movilidad reducida a causa de sus problemas de sobrepeso comentaría "este perrete tiene problemas de auto-confianza". Y claro, le joderían mucho el ego al perrete para presionarlo y para que deseara ser un perro mejor.<br />
<br />
El perro no hablaría, porque los perros no hablan, pero se le pondría un doblaje intentando captar lo que piensa en cada momento. El doblaje tendría connotaciones perrunas para hacerlo más realista y adaptado. Cuando el jurado le dijera cosas malas, el doblador diría cosas como "rorlf, me siento como si me hubieran quitado un hueso de brontosaurio de la boca", porque los brontosaurios son grandes, y claro, un perro sin hueso de brontosaurio vendría a simbolizar a un perro que ha recibido un gran golpe moral, ¿me entiende? Y eso, ya sabe.<br />
<br />
El programa, en sí mismo, tendría mucha voz en off del tipo Constantino Romero pero en vivo, diciendo cosas como: "¿Y qué pensará la atractiva perrita Fufú acerca del nuevo estilo de Friski? Lo sabremos a continuación". Así, como intercalando, poniendo el logo del programa y después volviendo a poner la escena cortada de la reacción de la perrita Fufú en el momento de más emoción para Frisky, como forma de retener el interés del espectador deprimido.<br />
<br />
Cabe destacar que haríamos publicidad de marcas de ropa y de cirujanos plásticos para perros. Irían visitando tiendas de ropa y consultas veterinarias cuyos trabajadores van llenos de bótox en los globos oculares y la cara. Con los globos oculares muy hinchados y jóvenes, sabe usted? Porque los perros se someterían a cirugía estética, claro. En ese momento el perro, antes de ser operado, diría "Guau, espero que no me pongan una de esas lámparas en la cabeza al terminar" diría, como le digo, el perro doblado. Sería gracioso y a la vez tierno, porque claro, a ningún perro le gusta que le pongan una lámpara de esas en la cabeza.<br />
<br />
Después de todas las operaciones promovidas por el decorador de perros con foulard llegaría el momento del gran cambio. El final del programa. He pensado en que deberíamos montar un escenario con una foto del perro antes de venir al programa. No sé, un yorkshire claramente calvo y con cortinilla, por decir algo. Un yorkshire que se ve incapaz de aceptar la realidad. Un yorkshire poco atractivo y sin seguridad en sí mismo.<br />
<br />
A la vez, al lado de esa foto mala tendríamos un biombo que oculta al nuevo perro. La gente tendría ganas de verlo, porque en ningún momento, salvo en el final del programa, se vería al perro ya cambiado para mejor. Al fin y al cabo tenemos que conservar el misterio. El biombo sería giratorio y giraría muy lentamente y la gente abriría los ojos y finalmente lo vería, ahí, en su máximo esplendor perril.<br />
<br />
"Cáspita, qué perrete"<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://www.geogum.com/media/uploaded/posts/ff1080bcb2db7e2e8541e8e393f9afde.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="225" src="http://www.geogum.com/media/uploaded/posts/ff1080bcb2db7e2e8541e8e393f9afde.jpg" width="320" /></a></div>
El perro tendría una nueva cabellera rubia y un buen par de senos y llevaría también un apretado vestido de seda negro con transparencias en la zona de las nalgas; un perro con contenido erótico claro, nada de difusas señales sexuales como antes. E iría con unos buenos tacones. La industria del tacón para perros tendría un nuevo empujón. Todo es positivo. Todos contentos.<br />
<br />
La gente diría, menudo perro, cielo santo, qué perrete más guapo. Y tiraríamos limón en los ojos del perro cuando la cámara cambiara de plano y enfocara al público aplaudiendo, para que parezca que el perro llora un montón de la emoción de saber que ahora es un PERRETE GUAPO, y el doblador diría un soberbio "Rorlf! ahora soy un distinto perro con el mismo collar", en clara referencia al refrán "el mismo perro con distinto collar", pero con toques humorísticos. Ya sabe, ¿no? Y todos gritarían "¿Quién es el perrete guapo?" Y claro, la respuesta sería "el yorkshire que a partir de ahora es un perro que está muy, muy follable".<br />
<br />
Y junto a todo, para disfrutar de su nuevo status físico, el yorkshire ganaría un viaje a un hotel para perros en Cancún, presentado con un vídeo lleno de perritas guapas al borde de una piscina, con cócteles Sex on the beach y otras cosas atractivas.<br />
<div>
<br /></div>
Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10475589238289977716noreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-3320247194431642827.post-11387993777319536652013-06-19T20:11:00.000+02:002013-06-19T21:12:00.256+02:00ENTREVISTAS A TUITEROS ILUSTRES: @jotaceja<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://si0.twimg.com/profile_images/3574890555/aea7bd8295c63d23a6dcb6f708a1127d.jpeg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><br /></a><a href="https://si0.twimg.com/profile_images/3574890555/aea7bd8295c63d23a6dcb6f708a1127d.jpeg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="https://si0.twimg.com/profile_images/3574890555/aea7bd8295c63d23a6dcb6f708a1127d.jpeg" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Jotaceja es uno de los primeros tuiteros que seguí. También es de mis favoritos. Por eso mismo estoy aquí, en mi blog que no lee casi nadie, para hacerle una entrevista que la mayoría de vosotros consideraréis estúpida o sin demasiado sentido. El señor <a href="https://twitter.com/Jotaceja">@jotaceja</a> abrió su cuenta en febrero de 2012,<strike> como yo, porque somos almas gemelas y nos queremos mogollón.</strike> El caso es que desde entonces se dedica a hacer un humor muy particular, lleno de imágenes de Nicolas Cage, promoviendo la visión de un Dios que es como una madre que descuida a sus hijos porque es adicta a las drogas y llenando la viñeta de tuiteo con situaciones absurdas y crueles que le hacen gracia a él y a unos centenares de personas más con problemas en el momento de salir al mundo y socializar con el resto de la sociedad, entre las que me incluyo.</div>
<div>
<blockquote class="twitter-tweet">
-No puedes comprender la belleza del universo ni su inmensidad. Porque eres un pato. Lo siento. -Cuac.<br />
— Jotaceja (@Jotaceja) <a href="https://twitter.com/Jotaceja/statuses/288723391370891264">January 8, 2013</a></blockquote>
<script async="" charset="utf-8" src="//platform.twitter.com/widgets.js"></script>
</div>
<div>
Así pues, comencemos:</div>
<div>
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<b>Tu nombre de user me recuerda a las series americanas de los 90 en las que siempre aparecía un niño supuestamente molón llamado CJ. ¿Cuál es la historia de tu nombre? ¿Tiene algo que ver con Jotas y con Cejas?</b></div>
<div>
<b><br /></b></div>
<div style="text-align: justify;">
Si te digo la verdad, fui aconsejado por andaluces. Yo era anti-twitter, pero me convencieron para hacerme uno. En ese punto no sabía que nombre ponerme, así que a alguien se le ocurrió mezclar un par de mis iniciales con una ceja. Ahora hay gente que se refiere a mí como "ceja" lo cual suena a nombre en clave. Y me gusta.</div>
<div>
<br /></div>
<b>Se rumorea que estudias periodismo. ¿Vas a usar esta cuenta de forma seria en algún momento de tu vida?</b><br />
<div>
<span style="background-color: white; color: #222222; font-family: arial, sans-serif; font-size: 13px;"><b><br /></b></span></div>
<div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
Supongo que si algún día voy a cualquier país en llamas podría usar mi cuenta actual, generando así sorpresa y regocijo: "¿Pero el jotaceja este no era un obeso de 43 años?" Es más divertido que hacerme otra cuenta llamada "Señor Periodista Serio" y así podría aderezar la información real con humor: "Acaban de incendiar un hospital y los de la unidad de quemados no se dan cuenta". Tronchante. De todas maneras, alguna vez he escrito algo serio con esta cuenta. Cosas que, afortunadamente, están enterradas bajo montañas de tuits.</div>
<div style="text-align: justify;">
<blockquote class="twitter-tweet">
-Todo lo que digas puede ser utilizado en tu contra. -Veneno. -Mike, trae el escorpión.<br />
— Jotaceja (@Jotaceja) <a href="https://twitter.com/Jotaceja/statuses/289896936012648448">January 12, 2013</a></blockquote>
<b>En todo caso, ¿qué podemos hacer teniendo periodistas con un sentido tan negro y absurdo del humor?</b></div>
<div style="background-color: white; color: #222222; font-family: arial, sans-serif; font-size: 13px;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Más periodistas con sentido del humor tendría que haber. El mejor chiste que te contará el 95% de los de este gremio involucrará futbolistas. Y bueno, si queréis periodistas con sentido del humor sin fútbol, tendréis que elegir entre Wyoming, Roberto Brasero y yo. Vosotros veréis.</div>
<div style="background-color: white; color: #222222; font-family: arial, sans-serif; font-size: 13px;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<b> ¿Por qué ese humor? ¿A qué huelen las nubes?</b></div>
<div style="background-color: white; color: #222222; font-family: arial, sans-serif; font-size: 13px;">
<span style="text-align: justify;"><br /></span>
<span style="text-align: justify;">Estoy casi seguro de que las nubes huelen a nitrato de plata. Lo cual debería asustarte.</span><br />
<div style="text-align: justify;">
Respecto a lo de mi humor. El humor negro es como un limón. No, no agrio. Es como un limón proyectado hacia tu cara a mucha velocidad. Te da una hostia cerebral. Es chocante y eso mola. En cuando al humor absurdo, lo veo como el humor más inteligente que hay. Ojo, todo esto cuando se hacen bien (y no digo que yo lo haga bien, NO TERGIVERSE SEÑOR LOVING). El problema es que Tuiter está lleno de chistes de judíos que han perdido toda la gracia y decir "el abuelo pelea con una cebolla translúcida en casa de Patrick Swyze" no me parece muy gracioso. El humor se ha quemado muchísimo. O se me ha quemado a mí.</div>
</div>
</div>
<div>
<blockquote class="twitter-tweet">
-Ven Timmy.Esta es mi pequeña Susan. Calibre 7,62 mm, puede matar a un charlie a 300 metros.-Perdone a mi marido, no puedo hacer nada de eso<br />
— Jotaceja (@Jotaceja) <a href="https://twitter.com/Jotaceja/statuses/294221416075771904">January 23, 2013</a></blockquote>
<script async="" charset="utf-8" src="//platform.twitter.com/widgets.js"></script>
</div>
</div>
<div style="text-align: justify;">
<b>Coincido totalmente con esa visión del humor que tienes. El de la cebolla translúcida creo que me lo has plagiado, hijo de puta. Supongo que ha llegado el momento de entrar en temas más serios y profundos. Háblame de tu OBSESIÓN con Nicolas Cage.</b></div>
<div>
<span style="background-color: white; color: #222222; font-family: arial, sans-serif; font-size: 13px;"><b><br /></b></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white; color: #222222; font-family: arial, sans-serif; font-size: 13px;">¿Obsesión? ¿Acaso es obsesión el amor que siente un padre por su hijo? ¿Una puta por el crack? Para nada. Nicolas Cage es el artista más grande de todos los tiempos. No digo actor, sino artista. Sí. Ningún otro virtuoso le puede superar en ningún campo. ¿Mozart? ¿Beethoven? Afeminados y sordos zarrapastrosos al lado de Nic. Para ilustrarte esto, que no es más que una aplastante e indefectible verdad, podría enseñarte cualquiera de sus películas, pero mejor te pongo un vídeo recopilatorio de sus momentos más apolíneos.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white; color: #222222; font-family: arial, sans-serif; font-size: 13px;"><br /></span></div>
<div>
<span style="background-color: white; color: #222222; font-family: arial, sans-serif; font-size: 13px;"><br /></span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<iframe allowfullscreen='allowfullscreen' webkitallowfullscreen='webkitallowfullscreen' mozallowfullscreen='mozallowfullscreen' width='320' height='266' src='https://www.youtube.com/embed/xP1-oquwoL8?feature=player_embedded' frameborder='0'></iframe></div>
<div>
<span style="background-color: white; color: #222222; font-family: arial, sans-serif; font-size: 13px;"><br /></span></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="background-color: white; color: #222222; font-family: arial, sans-serif; font-size: 13px;">Además, mi fondo de escritorio es Nic, mi nombre de usuario es Nic, mis iconos son su cara y mi salvapantallas...pues JFK. JJAJAJA NO, es Nic. Pero bueno, como todo el mundo sabe, un sabio dijo una vez:</span></div>
<blockquote class="tr_bq">
<span style="background-color: #fafafa; color: #666666; font-family: Verdana, Arial, Helvetica, sans-serif; font-size: 13px; font-weight: bold;">Yo sólo confío en dos hombres agente</span><span style="background-color: #fafafa; color: #666666; font-family: Verdana, Arial, Helvetica, sans-serif; font-size: 13px; font-weight: bold;"> Larkin, uno de ellos soy yo y el otro no eres tú.</span></blockquote>
<b>¿Y Dios? Porque esa es también una de tus constantes como tuitero.</b><br />
<span style="text-align: justify;"><br /></span>
<br />
<div style="text-align: justify;">
Pienso en Dios como un ente que un día creó un ecosistema de hijos de puta sin querer. Estaba ahí, haciendo sus cosas intergalácticas y pum. Personas. Pero claro, como somos así de especialitos pues le damos un poco de asco y pasa de nosotros. Se supone que su poder es infinito y total, pero se mostró hace milenios a unos analfabetos del desierto y no ha vuelto a aparecer. Sus razones tendrá para ser así de maligno. Desde una perspectiva lógica me es imposible creer en Dios, pero desde mi miedo absoluto hacia el concepto de sufrimiento eterno y hacia la soledad cósmica producto del azar, pues supongo que le tengo hecho un hueco. Básicamente aplico la apuesta de Pascal. Aunque en el caso de que exista, lo sabrá y me destruirá. Me gustaría que fuese un dios como el de Futurama.</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;">
<o:p></o:p></div>
<div style="text-align: justify;">
<blockquote class="twitter-tweet">
Reunión de obispos. Todos con su niño. Acarician los de los otros y comentan, risueños, las bondades de caja ejemplar. Se sirven cócteles.<br />
— Jotaceja (@Jotaceja) <a href="https://twitter.com/Jotaceja/statuses/325028647146762240">April 18, 2013</a></blockquote>
<b>¡Saramago! Tienes pinta de ser una persona con el cerebro caótico. Supongo que como toda persona inestable en ese sentido -admito serlo un poco, también- debes tener episodios de rabia y diálogos mentales extraños mientras estás tumbado en la cama o caminando hacia alguna parte. ¿Hay alguna paranoia o tic mental recurrente en tu vida?</b></div>
<div>
<span style="background-color: white; color: #222222; font-family: arial, sans-serif; font-size: 13px;"><b><br /></b></span></div>
<div style="text-align: justify;">
Muchísima rabia. Al menos antes. Ahora está más o menos canalizada y es hasta útil. Pero me controlo bastante bien, nunca haría nada que te hiciese pensar: "puto loco". Los diálogos mentales son constantes, supongo que como todo el mundo. Me gusta formar una personalidad objetiva que me lanza preguntas que yo respondo, como una entrevista.</div>
<div>
<span style="background-color: white; color: #222222; font-family: arial, sans-serif; font-size: 13px;"><br /></span></div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
<b>Claro. Continúa respondiendo, porque está claro que yo no soy una personalidad objetiva creada por ti. </b></div>
<div style="background-color: white; color: #222222; font-family: arial, sans-serif; font-size: 13px;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Lo mejor de mis paranoias es que enseguida las identifico como tal y es fácil suprimirlas. Respecto a los tics ¿sabes lo que es un TOC? A veces hago cosas como tocarme diez veces la punta de cada dedo para que X cosa suceda. Es una gilipollez y podría no hacerlo, pero me relaja. A pesar de todo, estoy más o menos satisfecho con esa bola gelatinosa de materia gris que hay sobre mis hombros.</div>
</div>
<blockquote class="twitter-tweet">
Un guepardo desayunando y viendo un documental sobre mí.<br />
— Jotaceja (@Jotaceja) <a href="https://twitter.com/Jotaceja/statuses/294388145280151552">January 24, 2013</a></blockquote>
<script async="" charset="utf-8" src="//platform.twitter.com/widgets.js"></script>
<br />
<div style="text-align: justify;">
<b>Probablemente te guste leer y escribir. ¿Has escrito cuentos, guiones o algo más grande?</b></div>
<div>
<span style="background-color: white; color: #222222; font-family: arial, sans-serif; font-size: 13px;"><b><br /></b></span></div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
Sí, escribo cosejas. Relatos cortos y tal. Hice un amago de blog pero lo abandoné en la absoluta miseria. Viendo el tuyo quizá me anime a volver a publicar. Mira, te pongo un micro-relato que escribí hace bastante: </div>
<div style="background-color: white; color: #222222; font-family: arial, sans-serif; font-size: 13px;">
<br /></div>
<div style="color: #222222; font-family: arial, sans-serif; font-size: 13px;">
<div style="background-color: white; font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; text-align: justify;">
<span style="color: #333333; font-family: Arial, Helvetica, sans-serif; font-size: 12px; line-height: 16.5px;"><b><br /></b></span></div>
<blockquote class="tr_bq">
<span style="color: #333333; font-family: Arial, Helvetica, sans-serif; font-size: 12px; line-height: 16.5px;"><b>"Y el martillo del revólver percutió la bala. Bang. Como siempre, como no podía ser de otra manera, como estaba escrito y como era esperado. El incandescente proyectil cortó el aire y perseguido por su estela se dirigió hacia la cabeza de un hombre que dejaría de serlo en unas milésimas de segundo.</b></span><b><br style="color: #333333; font-family: Arial, Helvetica, sans-serif; font-size: 12px; line-height: 16.5px;" /></b><span style="color: #333333; font-family: Arial, Helvetica, sans-serif; font-size: 12px; line-height: 16.5px;"><b>El estruendo no se disipó de inmediato, rebotó contra las paredes y durante unos instantes fue el único sonido que delataba de manera inequívoca lo que acababa de pasar. Cuando el ruido se disolvió, un fuerte y molesto pitido se instaló en su oído. Puso una mueca amarga al pensar que el pobre diablo cuyos sesos servían ahora de pintura hubiese dado lo que fuese por sentir algo así de desagradable si eso significaba dejar de estar muerto. Al pensar en lo equivocado que probablemente estaría no pudo evitar llorar como cada vez.</b></span><b><br style="color: #333333; font-family: Arial, Helvetica, sans-serif; font-size: 12px; line-height: 16.5px;" /></b><span style="color: #333333; font-family: Arial, Helvetica, sans-serif; font-size: 12px; line-height: 16.5px;"><b>Arrojó el arma al suelo, encendió un cigarrillo y esperó. Calculaba que faltaban dos minutos. En efecto, cuando la mitad de su cigarro se había consumido, la habitación entera empezó a temblar. Los cristales vibraban, la lámpara empezaba a oscilar de manera cada vez más violenta. El hombre al que acababa de matar se convulsionaba, el revólver retornó a sus manos, la bala al cañón, los sesos a la cabeza y el humo a su cigarrillo. </b></span><b><br style="color: #333333; font-family: Arial, Helvetica, sans-serif; font-size: 12px; line-height: 16.5px;" /></b><span style="color: #333333; font-family: Arial, Helvetica, sans-serif; font-size: 12px; line-height: 16.5px;"><b>Dejó de contar las veces que eso había ocurrido cuando llegó a dos mil. Siempre mataba a ese hombre y minutos después todo retrocedía hasta el momento en el que apretaba el gatillo. Pensaba que había matado a Dios, a un dios al menos, al hacedor de todo. Pensó que estaba en el infierno y se preguntaba si ese bucle demoníaco le pertenecía solo a él o toda la humanidad se hallaba atrapada en forzada solidaridad. Pero ninguna pregunta importaba, no había respuestas ni nunca las habría, y si las había, no remediarían que estuviese atrapado en un lapso de cinco minutos y cuarenta y dos segundos, matando a Dios una y otra vez durante toda la eternidad."</b></span></blockquote>
<div style="background-color: white; font-family: 'Times New Roman'; font-size: medium; text-align: justify;">
<br /></div>
</div>
</div>
<div>
<span style="background-color: white; color: #222222; font-family: arial, sans-serif; font-size: 13px;"><b><br /></b></span></div>
<div style="text-align: justify;">
En mi cabeza le ponía música de Satie y quedaba muy guay. Respecto a la literatura, pues sí, me gusta bastante. Como a todo el mundo, supongo. Hay mucha gente a la que no le gusta leer, pero luego están esos gilipollas que se han leído dos libros, se consideran amantes de la puta literatura y te miran desde su estación de Ego por encima de la órbita terrestre. Capullos.</div>
<blockquote class="twitter-tweet">
Rómulo y Remo matando a mordiscos a otro niño el primer día de escuela. El director citando a la madre y muriendo devorado también.<br />
— Jotaceja (@Jotaceja) <a href="https://twitter.com/Jotaceja/statuses/326120155392389121">April 21, 2013</a></blockquote>
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<br />
<div style="text-align: justify;">
<b><b>Y siguiendo el rastro de los temas literarios, ¿podrías recomendar a algún autor que te guste mucho, sea de ficción o ensayo, y decirnos por qué?</b></b></div>
<b>
</b>
<br />
<div>
<span style="background-color: white; color: #222222; font-family: arial, sans-serif; font-size: 13px;"><b><br /></b></span></div>
<div>
<div style="text-align: justify;">
Un autor que me gusta muchíismo y que siempre recomiendo (encima es contemporáneo) es Cormack McCarthy. Me parece muy brutal y visceral. <i>La Carretera</i> o <i>La oscuridad exterior</i> son libros extremadamente violentos, con un ambiente miserable que me han hecho sudar frío. Un crack, vamos. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Con el resto de ítems culturales me pasa lo mismo. Me gustan todos. Cómics, películas, videojuegos... etecé. Podría darte una lista de gustos, pero creo que son bastante genéricos y encontrarías similitudes entre cualquier persona al que le gusten estas cosas. Pero vamos, te digo uno de cada: <i>Crossed</i>, <i>Man from Earth </i>(que la vi hace ná y me dejó con el culo vuelto) y <i>Fallout</i>. También te diré que soy fan enfermizo de la aeronáutica. Pero sssshhh.</div>
<blockquote class="twitter-tweet">
Mi yo de un universo paralelo. Exactamente igual pero con un sombrero de vaquero, pensando en mí sin sombrero y descojonándose.<br />
— Jotaceja (@Jotaceja) <a href="https://twitter.com/Jotaceja/statuses/325040581099274240">April 19, 2013</a></blockquote>
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<b></b>
<br />
<div style="text-align: justify;">
<b><b>Coño, ahora que lo dices, recuerdo que una noche ya lejana hice un tuit sobre Spitfires con una pequeña equivocación y casi te me lanzas a la yugular. Prosigamos con una de las últimas preguntas: ¿qué quieres ser de mayor, niñito? ¿Tienes perspectivas de futuro? Está claro que son escasas, como para el resto de gente joven -con cerebro o no- que vive en este país.</b></b></div>
<b>
</b>
<br />
<div style="background-color: white;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Mis perespectivas de futuro son difusas como una nebulosa. Lo ideal sería ser un corresponsal de guerra excepcionalmente bueno, con lo suficiente como para comer un par de veces al día y un paquete de cigarrilos ocasional. Ya sabes, jugándome el tipo y esa mierda. Quizá acabe en la legión extranjera francesa o de dependiente del Zara. No lo sé.</div>
<blockquote class="twitter-tweet">
La lucha de clases terminó con mogollón de niños muertos y las aulas destrozadas.<br />
— Jotaceja (@Jotaceja) <a href="https://twitter.com/Jotaceja/statuses/339800680019681280">May 29, 2013</a></blockquote>
<script async="" charset="utf-8" src="//platform.twitter.com/widgets.js"></script>
<br />
<div style="text-align: justify;">
<b>Jean Claude Van-Damme estaría orgulloso de ti. Eres muy buen tuitero, eso está claro, pero dime: ¿cuando abriste esta cuenta, lo hiciste con alguna intención de prosperar más allá del propio hecho de tuitear por tuitear? ¿O por el contrario tenías ganas de abrir cierta brecha para poder inocularle tu identidad a todo el mundo para aprovechar esa influencia de caras al futuro? Me atrevo a decir que mucha gente lo piensa. Al fin y al cabo, ahora mismo todo pasa por internet, y si no estás ahí, literalmente no existes. ¿Qué opinas?</b></div>
<div style="background-color: white; text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Cuando abrí la cuenta tampoco tenía un objetivo claro. Un sitio para soltar gilipolleces de manera impune, genial. Pero bueno, con el tiempo te das cuenta de que te lee bastante gente (a lo mejor en mi caso no) y que puede que sí que sea una buena forma de empezar a dejar una huella o a crear un futuro. Parece una tontería, pero cuando la gente empieza a estar pendiente de lo que dices, aunque sean estupideces, ya tienes un público susceptible de ser ampliado o cambiado. En cualquier caso puede que esto me haga más mal que bien, y que el jotaceja del futuro sea brutalmente criticado y descuartizado por la masa por las mierdas tan enormes que escribió.</div>
<div style="background-color: white; text-align: justify;">
<blockquote class="twitter-tweet">
Un perro pisando una mina anti-persona y saliendo ileso.<br />
— Jotaceja (@Jotaceja) <a href="https://twitter.com/Jotaceja/statuses/326804277605572608">April 23, 2013</a></blockquote>
</div>
</div>
<div>
<span style="background-color: #fafafa; color: #666666; font-family: Verdana, Arial, Helvetica, sans-serif; font-size: 13px; font-weight: bold;"><br /></span></div>
Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10475589238289977716noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-3320247194431642827.post-67515187928336910252013-05-27T05:32:00.002+02:002013-05-28T02:37:26.796+02:00DISFRUTAR<div style="text-align: justify;">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<iframe allowfullscreen='allowfullscreen' webkitallowfullscreen='webkitallowfullscreen' mozallowfullscreen='mozallowfullscreen' width='320' height='266' src='https://www.youtube.com/embed/CX0YXQS8BKU?feature=player_embedded' frameborder='0'></iframe></div>
<br />
<br />
Y es en este preciso instante cuando el hombre de cincuenta años bien vestido, con su corbata y su americana a juego, se sienta en el sofá de su casa y enciende la televisión, una de esas nuevas <i>Smart TV</i> que te permiten seleccionar todo aquello que quieres ver y te lo guardan en caso de que tengas horarios apretados o quieras dedicar tu atención tan sólo a un tema.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
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Esta mañana ha abandonado su casa a las siete y media de la mañana y ha estado entrando y saliendo de las distintas sociedades anónimas de las que se convirtió en accionista durante los años del segundo gran <i>Boom</i> de las telecomunicaciones. Ha hurgado en las opiniones de sus correspondientes juntas directivas, que poco a poco, según recuerda y comenta, se han ido convirtiendo en clubs para selectos hijos de puta; y hasta las diez y cuarto de la noche no ha podido sentarse en ese sofá con la intención de relajarse y encender, como estaba diciendo antes, su preciada televisión.</div>
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<br /></div>
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Agarrado a su mando y después de ver un breve resúmen diario sobre el estado de la economía mundial en la CNN, decide abrir el disco duro y darle el <i>play</i> al primer archivo de la lista, que es bastante pesado y tiene unas ocho horas de duración.</div>
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<br /></div>
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En el archivo en cuestión aparecen imágenes de tragedias grabadas por distintos medios de comunicación y entrelazadas con otras. La primera tragedia de la larga lista de tragedias es la matanza de miles de refugiados congoleños a manos de una facción paramilitar muy ligada al gobierno opresor del propio país. En ella se muestran varias montañas de cadáveres de mujeres y niños siendo retirados por un regimiento de Cascos Azules de la ONU, enviados para mantener el <i>Statu quo</i> de la zona y asegurar el correcto abastecimiento de diamantes a los grandes especuladores y multinacionales.</div>
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<br /></div>
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La primera vez que descubre su afición a ver desgracias ajenas está sentado en el coche familiar con su hermano. Él tiene cinco años y su hermano siete, y ambos están esperando a que su madre vuelva de hacer una breve compra en el mercado. Cuando la madre aparece y se sienta en el coche, después de mirarse durante unos segundos en el retrovisor, le da una piruleta de fresa a nuestro protagonista como premio a su buen comportamiento. En ese momento su hermano empieza a reclamar otra piruleta para él alegando que no es justo que el <i>enano</i> tenga una piruleta y él no, pero la madre le responde que no va a llevarse ninguna golosina a la boca hasta que el dentista no le haya tapado las cinco caries que tiene. El hermano se pone a llorar y a gritar, y cuanto más grita el hermano, más consciente va siendo nuestro protagonista de que tiene algo deseado en la mano. La madre le propina una bofetada al hermano, y el hermano llora más fuerte, y la madre le propina otra. El placer obtenido en cada lamida mientras ve la escena de las bofetadas con los ojos muy abiertos no hace más que crecer y crecer. Para ser feliz, se susurra entonces a sí mismo, no le basta con que las cosas le vayan bien: necesita que los demás se ahoguen en el barro.<br />
<br />
La segunda tragedia de la larga lista de tragedias tiene como protagonista una evacuación de resíduos químicos altamente tóxicos en cierta zona rural de la India durante los años setenta que ahora, más de cuarenta años después, provoca que las nuevas generaciones de niños nazcan con tres cabezas y otras horribles deformidades, en algunos casos mortales y casi siempre portadoras de retrasos mentales profundos.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
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Si alguien se acercara a él y le preguntara si disfruta viendo esas horribles escenas en la televisión, nuestro protagonista lo negaría todo, tachando al que lo hace, <i>si resulta que hay alguien lo suficientemente enfermo para hacerlo</i>, de loco de remate. Pero ahí le tenemos, sentado en el sofá, con los pantalones bajados hasta los tobillos, oculto en su más profunda intimidad, echándose lubricante en la mano y masturbándose mientras ve miles de árboles caer, casas destruidas y gente gritando de dolor al son de sus viscerales risas, de su felicidad creciente al saber que otros sufren y él, por fortuna, ha tenido una vida feliz y plena, y está disfrutándola como nadie la disfrutaría jamás.</div>
Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10475589238289977716noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3320247194431642827.post-51430929490225803162013-05-25T18:24:00.002+02:002013-05-26T03:44:10.209+02:00EL INTERCAMBIO<div style="text-align: justify;">
El indígena te habla en su extraño idioma y tú no sabes qué hacer al respecto. Durante unos breves instantes te palpas la barbilla y sonríes, pero entonces piensas que podría estar hablando de la muerte de su mujer y decides dejar de sonreír en seco, sin mostrar ninguna clase de transición. Un agudo graznido de pájaro resuena entre los frondosos árboles. Tus ojos se entrecierran durante una fracción de segundo y a continuación ladeas la cabeza y pones cara de estar escuchando. El hombre tiene una gran perforación en su nariz a través de la cual sale un cuerno de madera. Su idioma utiliza muchísimo el dígrafo "ch", y de vez en cuando te escupe algo de saliva -en ocasiones algo de esa saliva entra directamente en tu boca-, pero en ningún momento cambias la expresión. Tienes miedo porque estás rodeado. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
El ambiente del poblado es húmedo y caluroso: tu cara brilla por la pátina de sudor que te cubre todo el cuerpo, y llevas dos días con la sensación de que algo en tu estómago no termina de ir demasiado bien. En un momento puntual tu interlocutor deja de hablar, pone las dos manos a la altura de su cabeza y hace un leve movimiento de entrecierre con ellas, como si estuviera apretando algo, para después colocárselas justo debajo del pecho. Sin ninguna duda al respecto, te das cuenta de que te está hablando de tetas y automáticamente, después de haber estado buscando con impaciencia al menos un punto de contacto con ese hombre, mimetizas sus movimientos mientras piensas en un par de tetas jugosas. En respuesta, el indígena asiente, ríe y te mira con los ojos muy abiertos. Luego emite un silbido y a los pocos segundos aparece una chica negruzca, sucia y casi desnuda. Al parecer, alguien la ha empujado a escena, porque ha salido torpedeada de entre el grupo de indígenas que han hecho un corro a tu alrededor. La muchacha parece tímida y nerviosa. Unas minúsculas piezas de teca anudadas a hilos de fabricación propia se entrecuzan para formar una maraña de tejido y madera articulada que le tapa la zona genital. Más de un espectador le da codazos al compañero de al lado y este le responde con una franca sonrisa de expectación. En ese momento todo tu cuerpo empieza a fabricar grandes cantidades de un sudor frío y apestoso. Piensas seriamente por qué decidiste embarcarte solo en este viaje.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://cdn.elimpulso.com/media/yanomami030912.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="192" src="http://cdn.elimpulso.com/media/yanomami030912.jpg" width="320" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
El indígena con el que te has estado comunicando hasta ahora mueve una mano como ofreciéndote a la chica, y luego señala tu <i>smartphone</i>. Es entonces cuando recuerdas un breve pasaje del antropólogo Lévi-Strauss: <i>"ante el ofrecimiento público de una mujer -algo infrecuente, a decir verdad-, negarles la satisfacción a su propuesta puede intuirse como un error de protocolo que podría ir, en la mayor parte de los casos, acompañado de graves consecuencias".</i></div>
<div style="text-align: justify;">
<i><br /></i></div>
<div style="text-align: justify;">
Le echas un ojo a la chica. Tiene los pechos pequeños e ingrávidos, algo extraño en la zona, puesto que las mujeres de aquí no llevan sujetador y, por lo tanto, se exponen a una prematura caída de los senos. Lo más probable, siguiendo esa deducción, es que te encuentres delante de una niña con desarrollo precoz de no más de doce o trece años. Recordar que tu hija está rozando esa edad no te ayuda en nada, pero ahí queda. Ante tus fuertes dudas, el grupo de nativos estrecha el cerco en el que te encuentras. Asustado, levantas las dos manos en señal de paz y empiezas a gritar con voz medio ahogada "un momento, por favor, un momento".</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Aceptas el trato.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
No han tardado casi nada en preparar, justo en mitad de la plaza en cuyo alrededor se alzan las modestas cabañas de madera, un lecho con hojas frescas e intensamente verdes de banano. La niña, tumbada de espaldas y habiéndose quitado ya el taparrabos, revela una vagina peluda, húmeda y brillante. Sus pechos se desvían hacia los lados, dejando en el centro del tórax un ancho espacio. Piensas en acercarte al jefe y mostrar tu queja: en ningún momento creíste que la realización del acto con esa niña sería un evento público. Pero decides callar. Al fin y al cabo, no conoces su cultura. No sabes nada de cómo viven.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Una gentil llovizna empieza a caer sobre vuestras cabezas, pero a nadie parece importarle. Hace menos de cinco minutos, habiendo acordado el pacto, le has entregado al jefe tu móvil. Como lo tenías apagado para ahorrar el máximo de batería posible, se lo has enciendo, has marcado el código pin y se lo has dado sin más. Mientras algunas mujeres del poblado te quitan la ropa, observas cómo lo inspecciona. Parece tratarlo con poco cuidado: abre la tapa trasera y toquetea la batería sin llegar a retirarla. Llegado el momento, cede el <i>smartphone</i> a otro nativo, que a su vez también le echa una ojeada, y así sucesivamente.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://img.socioambiental.org/d/342814-2/Vincent_Enawene.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="214" src="http://img.socioambiental.org/d/342814-2/Vincent_Enawene.jpg" width="320" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
Una vez desnudo, descubres las risas de todo el pueblo. No se puede decir que rían porque la tienes pequeña o porque tengas algún otro defecto importante escondido. Lo hacen porque al parecer nunca han visto el pene de un hombre blanco. Sientes la sarna y la humillación. Tu cara se muestra llena de una ira difícil de esconder. Es una violación en toda regla, piensas. Esos enfermos te van a robar hasta la última brizna de dignidad que quede en ti. Los niños, alegres y excitados, corretean de un lado a otro. En su mayoría están algo gordos, pero de esa forma que sólo denota una buena salud y futura fortaleza. Hay varias madres de pie, muy cerca de ti, dándole el pecho a sus bebés. En ningún momento te quitan la vista de encima. Es como si se estuvieran preparando por una hipotética huida tuya. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Cuando toda la tribu se ha reunido a tu alrededor, se hace el silencio. Un rayo lejano parte el cielo. La llovizna no cesa, pero tampoco se intensifica. Esta vez te han dado más espacio: todos ellos se han resguardado de la lluvia bajo los toldos hechos con ramas situados justo enfrente de la puerta de cada cabaña. Parecen inestables e ineficaces, pero en verdad no dejan pasar ni una gota de agua. Aunque estén más lejos que antes, cabe decir que siguen estando relativamente cerca de la escena central en la que te encuentras -a unos seis o siete metros, a lo sumo-, quizás para tener mejor perspectiva del espectáculo. Por su parte, los niños están en primera fila. Hace poco tiempo se acercaban a su amiga tumbada entre las hojas de banano y le contaban cosas, pero ahora nadie ríe, nadie habla. El silencio sepulcral de todo el poblado sólo se rompe cuando una racha de viento mece las ramas rebosantes de vida de los árboles. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
La chiquilla te observa con una mirada seca y a la vez asustada. Ella va a disfrutarlo tan poco como tú. Te arrodillas. Alzas la vista y miras a los indígenas con cara inexpresiva, como si fueras una cámara de vídeo fija sobre su trípode, haciendo un lenta pero constante panorámica. El silencio te parece ahora más profundo. Tu visión se va reduciendo a un pequeño punto redondeado en el centro de la imagen. Los senos. El ombligo. El pubis. Sientes un indescriptible asco al notar una incipiente erección contra todo pronóstico. La chica se abre.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Quince minutos después terminas. Cuando sales de dentro de ella se rompe el silencio. Automáticamente se reactiva el movimiento como si alguien los hubiera enchufado a la corriente eléctrica, y la gente vuelve a sus quehaceres. Una mujer, que al parecer podría ser la madre de la chica, se acerca, la recoge y se la lleva al interior de la cabaña más cercana. En cuanto a ti, ultrajado y al borde de las lágrimas, recibes la orden de levantarte y seguir al jefe y al resto de mandamases de la tribu. Te permiten, eso sí, vestirte y ponerte los zapatos. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhjURQrWWD7jAsvxkf_z85Mb6J3TCQaKa9GKUNRQ0Q1U5bUOuOyQLb-AfZ6JgsHHbEulWAyskN2L3Nbt55muWQZ3_p1w7LlWvyDdxjAKm_CxYekcrGTT6GtA8LUxQAyKDKFINeGHnio5hs/s1600/amazona.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="240" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhjURQrWWD7jAsvxkf_z85Mb6J3TCQaKa9GKUNRQ0Q1U5bUOuOyQLb-AfZ6JgsHHbEulWAyskN2L3Nbt55muWQZ3_p1w7LlWvyDdxjAKm_CxYekcrGTT6GtA8LUxQAyKDKFINeGHnio5hs/s320/amazona.jpg" width="320" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
Te llevan por un oscuro sendero selvático. Todos los hombres del grupo llevan sus respectivos cuchillos colgando del taparrabos. Varias especies de árboles y enredaderas se entremezclan y pelean por conseguir su correspondiente ración de luz. ¿Por qué te llevan por ese siniestro camino de selva? ¿Acaso van a cortarte el cuello en el primer claro que encuentren? El ululante grito de los monos es potente y largo. En más de una ocasión parece que ni respiren entre alarido y alarido. Media hora más tarde te obligan a parar. Tragas saliva. Uno de tus acompañantes, un hombre que en ningún momento ha dejado de sonreír, aparta un florido arbusto. Y entonces la ves. Ves la antena de telecomunicaciones. A continuación sacan sus cuchillos e imitan el acto de asesinar a alguien. Uno de ellos se hace el muerto. Todos se ríen de ti. No van, como hacían antaño, a matarte. Si así lo hubieran querido, piensas, ya estarías despellejado y colgado del palo que se alza en la entrada de la aldea. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
De pronto un chico sale de la caseta situada al lado izquierdo de la estructura que apoya la torre de metal. Viste un uniforme de la compañía telefónica propietaria y baja el pequeño promontorio coronado por la antena, con paso firme, para saludar al jefe de la aldea de forma cordial, incluso efusiva y amistosa. Todos se ponen a hablar con él animadamente y a comentar sus cosas en el idioma que desconoces. Al rato, el chico parece reparar en ti. Su sonrisa es franca y atenta. El jefe le entrega tu móvil.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Se acerca, rodea tus hombros con su brazo y te enseña la grabación de todo el suceso realizada con la cámara de vídeo de tu <i>smartphone</i>. El chico, que habla inglés de una forma tosca y malsonante, te cuenta que antes de la instalación de la antena de comunicaciones, si hubieras tenido el valor de acercarte a esa aldea, te habrían matado sin piedad para quedarse con todas tus cosas, pero que gracias a la globalización eso ya forma parte del pasado. A continuación, traduce un proverbio muy conocido en la zona: <i>¿para qué comerte a la cabra si te puede dar leche?</i> </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
El vídeo se reproduce. Tu cara se ve perfectamente mientras mueves la pelvis hacia adelante y hacia atrás. El chico pulsa el símbolo <i>share </i>situado en la esquina superior derecha de la pantalla<i>.</i><i> </i>Aparece la lista de contactos. Quieren el número secreto de tus tarjetas de crédito o se lo enviarán a tu mujer. A tu hija. A tus padres. También a tus hermanos. A tus tíos. A tus primos. A tus amigos. A tu jefe. A tus compañeros de trabajo. Toda la gente que conoces va a saber que te follaste a una niña. Van a destruir tu vida si no haces lo que te ordenan. Lo quieren todo de ti, quieren grandes y constantes sumas de dinero para mantener su silencio. No van a abandonarte nunca.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10475589238289977716noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-3320247194431642827.post-90656898241575107952013-05-11T20:15:00.001+02:002013-05-11T21:24:15.374+02:00ENTREVISTAS A TUITEROS ILUSTRES: @trospida<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiHspOIbw8j7cir0tXMmZmiSF4klaQz0Uvg5D3h_JZ9O382oRt617__-6mqcGnNtnbQJbWePXw-JU2kZZyK2sy2YH5VLC2vB19U0gNfx77Kg80GbwlZP9Kqds_1fRtIt5gAiPXQS0M6b94C/s1600/issijkiss.JPG" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="185" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiHspOIbw8j7cir0tXMmZmiSF4klaQz0Uvg5D3h_JZ9O382oRt617__-6mqcGnNtnbQJbWePXw-JU2kZZyK2sy2YH5VLC2vB19U0gNfx77Kg80GbwlZP9Kqds_1fRtIt5gAiPXQS0M6b94C/s320/issijkiss.JPG" width="320" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
Nuestra querida <a href="https://twitter.com/Trospida">@trospida</a> abre su cuenta en enero de 2012 y desde entonces molesta a todo el mundo. Sus tuits profundamente misántropos, críticos, sarcásticos, ingeniosos, inteligentes y decadentes se ganan rápidamente el cariño de un nutrido grupo de tuiteros nocturnos con largos historiales de depresión y soledad. Es uno de los puntales, durante la primera mitad de 2012, del Turno de Noche de la primera era "Carapokautskypelosh" -aunque está claro que mucha gente no la habrá visto, puesto que su prometedora cuenta de odio y resentimiento ha sufrido numerosos maltratos, tales como cambios de avatar y nombre, y ausencias en Twitter que llegaron a durar meses, entre otras razones porque estoy casadísimo con ella-. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
</div>
<blockquote class="twitter-tweet" lang="es">
<div style="text-align: center;">
Quiero tanto a mi novio que le he prohibido comer por miedo a que muera atragantándose.</div>
<div style="text-align: center;">
— Embajadora del Odio (@Trospida) <a href="https://twitter.com/Trospida/status/330267456490852352">3 de mayo de 2013</a></div>
</blockquote>
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<br />
<div style="color: #222222; font-family: arial, sans-serif; font-size: 13px; text-align: start;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<b>¿Por qué eres tan hija de puta con todo el mundo?</b></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Porque la vida me ha tratado muy mal. Nacer en África, tener que lidiar con la incultura de mi entorno a base de Internet y de malas compañías… una serie de mierdas que construyen sin quererlo una bonita embajada de odio en mi cerebro. Vamos, que no sé por qué, ni siquiera me considero una hija de puta.</div>
<div style="text-align: center;">
<div style="text-align: left;">
<br /></div>
<blockquote class="twitter-tweet" lang="es">
Hora de la muerte: MIRAR AL DORSO.<br />
— Embajadora del Odio (@Trospida) <a href="https://twitter.com/Trospida/status/314753076798038016">21 de marzo de 2013</a></blockquote>
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<br />
<div style="text-align: left;">
<br /></div>
</div>
<b style="text-align: justify;">¿Infancia en África?</b><br />
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Sí, nací en Canarias (o eso me han contado) y odio mucho sin vocalizar.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<b>Es curioso conocer a una persona de canarias que sepa qué es Internet. Comentas que tu odio proviene de estar rodeada de incultura. ¿Te consideras culta o simplemente es una pose para justificar tu <i>trollidad</i>?</b></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Es curioso hablar contigo como si no nos conociéramos de nada, también. Me considero culta con respecto a mis amigos. Porque no tengo. No, no soy culta. Tengo una carencia muy bruta de cultura general, aunque tengo mis conocimientos especializados como todo el mundo. Y no soy un troll. Los trolls (¿o trolles?, yo es que de cultura poco, ya te digo) se dedican a molestar, yo sólo hago mi opinión pública, sin intención de ofender a nadie.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<blockquote class="twitter-tweet" lang="es">
<div style="text-align: center;">
Todos los niños vienen de China, pero algunos son mejores imitaciones que otros.</div>
<div style="text-align: center;">
— Embajadora del Odio (@Trospida) <a href="https://twitter.com/Trospida/status/313339240467533824">17 de marzo de 2013</a></div>
</blockquote>
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<br />
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<b>Bueno, quizás no odies a nadie, pero debemos admitir que se te da bien ridiculizar a la gente. Recuerdo más de una discusión con otros tuiteros vía mención con tronchante resultado. De hecho, aquí adjuntaré una de las más graciosas, ingeniosas -y por fortuna nuevas-, que recuerdo:</b></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi8Cqum06SPEWZVJ0I4jH7ZHR2aueTV-u89-J_0DnNu8vMFlcJEOn1rrgG84hq9uYYoe0FKBbVB3E-Hk5zLXLPHTjw7fI6N3NRwR-9kXpu9d3ayac5tt1_nzIhaFO02XCU3OV8eDotExzSF/s1600/trospidiscusi%C3%B3n.png" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="640" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi8Cqum06SPEWZVJ0I4jH7ZHR2aueTV-u89-J_0DnNu8vMFlcJEOn1rrgG84hq9uYYoe0FKBbVB3E-Hk5zLXLPHTjw7fI6N3NRwR-9kXpu9d3ayac5tt1_nzIhaFO02XCU3OV8eDotExzSF/s640/trospidiscusi%C3%B3n.png" width="432" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Hilarante. La verdad es que disfruto debatiendo. Disfruto muchísimo. Para mí esto fue un debate con humor.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<b>¿Y cómo es que tus opiniones públicas son siempre tan corrosivas? Porque podría contar con los dedos de las manos las veces que has hablado en términos positivos públicamente, aunque sólo sea acerca de lo guapo que te resulta Jesucristo.</b></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Los comentarios positivos en plan “me gustan los gatos” no aportan nada a nadie, considero. Sería absurdo hacer ese tipo de comentarios. Vale, en realidad no tengo muchos pensamientos agradables. Pero no creo que sea todo tan malo, sólo me río de lo que me encuentro por ahí. Jesucristo estaba petable. No saben nada los productores de películas de Semana Santa… ¿Por qué crees que están tan de moda las barbas ahora? Recristianización.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<blockquote class="twitter-tweet" lang="es">
<div style="text-align: center;">
<blockquote class="twitter-tweet" lang="es">
Soy tan bohemia que estoy tocando el violonchelo en la penumbra de mi cuarto. Lluvia.<br />
— Embajadora del Odio (@Trospida) <a href="https://twitter.com/Trospida/status/189696076519972866">10 de abril de 2012</a></blockquote>
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</div>
<div style="text-align: center;">
</div>
</blockquote>
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<br />
<div style="text-align: justify;">
<b>¿En ese sentido podríamos decir que eres una buena chica que se ríe de todo lo malo por miedo a tener, por ejemplo, un cáncer?</b></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Tengo mucha fobia a los médicos. Me río del cáncer, no, nunca me he reído del cáncer. Me aterroriza el cáncer. Si acaso lo satirizo de puto miedo que me da, pero reír no río. Cada día amanezco con un nuevo tumor, es terrible. Iba a decir que no es un tumor real, pero no lo sé, porque me da miedo hacerme pruebas.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<b>¿Qué significa para ti Twitter? </b></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Twitter por definición es la red “social” de los inadaptados. Por tanto, es el mejor medio para conocer a gente interesante. Eso sí, la búsqueda puede llevar años, porque en medio hay un gran entramado sectario que da mucho miedito. Así que por definición mía, Twitter es una secta más. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<b>¿Qué colectivos de tuiteros odias más? Y si hay algunos que te caigan bien, dilo también. Recemos por sus almas.</b></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Era ex-miembra del Turno de Noche. En general, sus componentes me caen bien. No puedo decir que odie a ningún colectivo concreto, a no ser que las chicas entren dentro de un colectivo. Sé que me estoy ganando el cielo feminazi con esta declaración, pero no puedo con la mayoría de ellas. Creo que forman como mucho el 10% de la gente a la que sigo. Se corresponde con mi relación con ellas en la vida real. Dentro del colectivo “chicas” debo destacar a las que van de femme-fatales, esas que fingen ser muy bordes y fumar y molar para ligar con chicos aún más gilipollas que ellas. También odio a las van de Amélies, en plan bohemias de mierda que aman Francia y tururú. Luego están las que van de cultas literatas y cinéfilas, uf, y sólo hablan de Bukowski y Kerouac. Luego están las que lo unen todo y ya no sabes por qué parte odiarlas.<br />
<br /></div>
<blockquote class="twitter-tweet" lang="es">
A mí me daría vergüenza follar en Cuenca, con tantos ojos mirándome.<br />
— Embajadora del Odio (@Trospida) <a href="https://twitter.com/Trospida/status/332982486957191168">10 de mayo de 2013</a></blockquote>
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<br />
<div style="text-align: justify;">
<b>Por lo tanto debo suponer que consideras a los chicos mejores tuiteros en general.</b></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Sin duda alguna, en general son mucho más inteligentes. O al menos me dan esa impresión. Van más por mi línea de pensamiento, no sé si me entiendes. Pero que quede claro que hay tuiteras que se salvan.<br />
<br /></div>
<div style="background-color: white; color: #222222; font-family: arial, sans-serif; font-size: 13.333333015441895px; text-align: start;">
<script async="" charset="utf-8" src="//platform.twitter.com/widgets.js"></script>
</div>
<b style="text-align: justify;">¿Cuáles? </b><br />
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Pf, ahora mismo… La verdad… Déjame que piense. Hmmm, <a href="https://twitter.com/Llaguitas">@Llaguitas</a> me gustaba mucho cuando tuiteaba. Luego está Tus Ladillitas (<a href="https://twitter.com/aguitaamarilla">@aguitaamarilla</a>), que también tiene flow. Sandra Radke (<a href="https://twitter.com/HijadeHelghan">@HijadeHelgan</a>) también tenía un nosequé, pero no solemos coincidir tuiteando. Y también a Múnich (<a href="https://twitter.com/LadyMunich">@LadyMunich</a>) Y creo que ya.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<b>¿Te sientes ignorada en Twitter?</b></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Hombre, no soy muy popular entre la gente sensible. Nah, la verdad es que más que ignorada me siento incomprendida, pero ya lo dejo claro cuando digo que tengo los followers caducados. También está el asunto del medio año sin tuitear, que se olvidaron de mí y ahora ya no molo. Pero molo más.<br />
<div style="text-align: center;">
</div>
</div>
<blockquote class="twitter-tweet" lang="es">
Los tuiteros somos la evolución de sagente que va hablando por la calle con filósofos muertos.<br />
— Embajadora del Odio (@Trospida) <a href="https://twitter.com/Trospida/status/189539860598624256">10 de abril de 2012</a></blockquote>
<script async="" charset="utf-8" src="//platform.twitter.com/widgets.js"></script>
<br />
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<b>¿Cuáles son tus tuits favoritos?</b></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<div style="text-align: justify;">
No lo sé, tengo muy mala memoria. Me podrían plagiar lo que quisieran de hace más de un mes que no me daría cuenta. Pero en cuanto a apego, le tengo mucho cariño a la serie de tuits de la bohemia. Y el del streaming, que sé que te gusta mucho.</div>
<div style="text-align: center;">
<div style="text-align: left;">
<br /></div>
<div style="text-align: left;">
<br /></div>
</div>
<blockquote class="twitter-tweet" lang="es">
Ventrílocuos muy hijos de puta fingiendo la desincronización entre los labios y el sonido propia de los streamings mal subidos.<br />
— Embajadora del Odio (@Trospida) <a href="https://twitter.com/Trospida/status/319461587343769600">3 de abril de 2013</a></blockquote>
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<br />
<div style="text-align: left;">
<br /></div>
</div>
<script async="" charset="utf-8" src="//platform.twitter.com/widgets.js"></script>
<br />
<blockquote class="twitter-tweet" lang="es">
<div style="text-align: center;">
Soy de sagente que con tal de llevar la contraria sigue viva sin tener motivos.</div>
<div style="text-align: center;">
— Embajadora del Odio (@Trospida) <a href="https://twitter.com/Trospida/status/240180773464973314">27 de agosto de 2012</a></div>
</blockquote>
<script async="" charset="utf-8" src="//platform.twitter.com/widgets.js"></script>
<br />
<br />
<blockquote class="twitter-tweet" lang="es">
<div style="text-align: center;">
Soy tan bohemia que mi quimioterapia es homeopática.</div>
<div style="text-align: center;">
— Embajadora del Odio (@Trospida) <a href="https://twitter.com/Trospida/status/189800132890472450">10 de abril de 2012</a></div>
</blockquote>
<script async="" charset="utf-8" src="//platform.twitter.com/widgets.js"></script>
<br />
<div style="text-align: left;">
<br /></div>
<div style="text-align: left;">
<b style="text-align: justify;">Remarco que <a href="https://twitter.com/Trospida">@trospida</a> fue la inventora de los famosos y ya olvidados tuits plantilla "Soy tan bohemia que..." y "Sagente que blablablabla. Sagente". </b></div>
Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10475589238289977716noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3320247194431642827.post-59612737604406356652013-05-07T23:25:00.000+02:002013-05-07T23:25:22.012+02:00EL REY<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhXLyWfbvcK8BNSuvkezPDwi79XlqNWAHzJKxI5h-8RD4gGvyt_EZjel7AwdPEPXQqf7eNnEUhHsDD9cK-4IK-vwMtCEHSJZ4gUPG82bCNcUJmSHH2EAUhljslhDZJaMN9I-Y0m8izOTWH7/s1600/elreyrey1.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="452" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhXLyWfbvcK8BNSuvkezPDwi79XlqNWAHzJKxI5h-8RD4gGvyt_EZjel7AwdPEPXQqf7eNnEUhHsDD9cK-4IK-vwMtCEHSJZ4gUPG82bCNcUJmSHH2EAUhljslhDZJaMN9I-Y0m8izOTWH7/s640/elreyrey1.jpg" width="640" /></a></div>
<br />Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10475589238289977716noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3320247194431642827.post-87727482097784330812013-05-04T05:12:00.002+02:002013-05-04T05:24:50.468+02:00LIFESTYLE<div style="text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Aunque
ya era maduro, de unos cincuenta y cinco años y tenía algo del
sobrepeso típico de la edad, el hombre que dos días antes le había
ofrecido prostituirse aún conservaba un recóndito y formal
atractivo. No terminaba de participar en el tópico demasiado claro y
raído de lo que tendría que ser un hombre con dinero. Lo que más
le llamó la atención de él fue que no la tocó ni una sola vez. En
lugar de los dos besos de protocolo, le dio la mano. Una mano grande
y fuerte. Un reloj de oro brillaba con fuerza en su muñeca. En ese
momento ella pensó, fugazmente, que quizás ya no era tan atractiva como antes.</span></div>
<div style="margin-bottom: 0cm; text-align: justify;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Los
presentó una amiga común. Una abogada. ¿Podría ser que, además
de abogada, fuera puta? La palabra “puta”, pese al solapado
intento de lavado que en ese momento intentaba apropiarse de ella,
aún le parecía fuerte y sucia. Le resultaba difícil concebir que
una mujer no-puta conociera a un hombre que pretendiera formarlas.
Naturalmente, podría haber prostitutas abogadas. De hecho, tan sólo
les faltaba un pequeño paso para serlo con todas las letras. Aunque
no era un asunto de su incumbencia, pues siempre había respetado lo
que cada cuál hiciera con su vida, se instaló en ella una sombra de
desprecio dirigido a su amiga. Al fin y al cabo, la palabra “puta”
seguía siendo un insulto.</span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Uno
de los insultos más molestos y arraigados utilizados por mujeres
para herir a otras mujeres era “guarra”: el término peyorativo
de la mujer que se acuesta con muchos hombres. ¿Cómo no podría
ella, aunque fuera inconscientemente, sentirse avergonzada por su amiga? La respuesta verdadera a esa
pregunta, temió, se encontraba en su cuenta bancaria.
</span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgtUGtwF74k4k3xLyLrYRt920mSrjJc2nkP5vR_oAW-v-yQPoKZEZBuFYDtJz653jzBYFmrgo0bY0veIsF28TDaguHHVd2_UyE9NxdY4hu40ZBvr5a17jjA88x0UgoVhA2pvTc6e8_2yFTk/s1600/thatcher.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="283" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgtUGtwF74k4k3xLyLrYRt920mSrjJc2nkP5vR_oAW-v-yQPoKZEZBuFYDtJz653jzBYFmrgo0bY0veIsF28TDaguHHVd2_UyE9NxdY4hu40ZBvr5a17jjA88x0UgoVhA2pvTc6e8_2yFTk/s320/thatcher.jpg" width="320" /></a></div>
<span style="font-family: Verdana, sans-serif; text-align: center;">Quizás
todo ello ni trataba de emociones. Aunque le pareciera una metáfora
algo estúpida, no podía parar de pensar que bajo su piel y músculos
había una calavera igual de tersa que en su primer día de
existencia; una calavera con su abovedado cráneo. Por si no fuera
poco, esa misma calavera también lucía un perpetuo rictus de
sonrisa: aunque se pasara años llorando encerrada en su pequeña
cueva, en cuya cocina había una nevera llena hasta los topes de
aire, la sonrisa seguiría allí durante mucho más tiempo que ella misma. Tendría lo amarillento dentro. El vapor impulsaba pistones en ello. Todo podría ser realmente fácil si era capaz de
desnudarse de un montón de pensamientos arraigados para después
volverlos a vestir. Decidirse a ser un objeto. Quitarse de la cabeza
la estúpida idea de que ella debía no ser un objeto, o que hasta
ahora no había sido un objeto. El trabajador, hiciera lo que
hiciera, era un objeto: cavaba con sus manos un agujero hasta que
llegara el retiro o la tumba, que sería cavada por otros
trabajadores a su vez. La mujer normal y corriente era un objeto que
escupía niños por la vagina y se compraba muchos zapatos; una mujer
que lloraba cada vez que veía una serie de películas cuyos
guionistas habían diseñado, con un frío cálculo de objeto para que lloraran. Ella, la futura prostituta, era una
inestable reaccionaria fruto y objeto de los fármacos; el
presidente, con su cara de idiota y sus manotazos de ahogado, era
objeto del odio colectivo. La puta, al menos, se llevaba la mejor
parte: era un objeto primigenio. Algo, y no alguien, considerado
objeto por el resto de la sociedad desde tiempos inmemoriales.</span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El
resto de los seres y oficios, ante esa perspectiva, carecían del
mismo y honesto sabor, aunque en el fondo supiera que todo ese
argumento que había hilado en su cabeza no tendría validez alguna
al día siguiente, cuando ya no se sintiera como en ese preciso
instante y volviera a necesitar pretextos para justificar una y otra
vez -o increpar- algo que aún no había hecho: ser una puta. Al día
siguiente, ser una puta tendría en ella misma todos los argumentos en contra.
Sería suciedad y esclavitud. Una jaula profunda. De nuevo la sensación amarillenta reptando por su cara.</span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgMYTMvJ7HPOADU06Wl_RWwRrf1BK-EwK6cqMDn6q_RAc8igxbLcy5PHIqJbN3zFVGGl1ha8MjHKUZoQVpeB_oYJ07Oupz9jkRx24eX6nq1isQOkj-qJXSs1jwvnuiA5xdERx6QXUhzorxA/s1600/SORDID_LIVES_105_b_w.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em; text-align: start;"><img border="0" height="320" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgMYTMvJ7HPOADU06Wl_RWwRrf1BK-EwK6cqMDn6q_RAc8igxbLcy5PHIqJbN3zFVGGl1ha8MjHKUZoQVpeB_oYJ07Oupz9jkRx24eX6nq1isQOkj-qJXSs1jwvnuiA5xdERx6QXUhzorxA/s320/SORDID_LIVES_105_b_w.jpg" width="220" /></a></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Un
ejemplo claro de esas variaciones en su pensamiento diario podía
encontrarse en una noche ya lejana en la que estuvo aprendiendo
nociones de química para poner una bomba en una concurrida sucursal
bancaria. En su imaginación observaba con asco las corbatas bien
anudadas o el triángulo que formaban las manos de los seguros
trabajadores de la banca, sentados en sus sillas acolchadas. Las
escisiones de carácter torturador, que se iban recomponiendo con las
imágenes rituales que ella misma se repetía acerca de los obreros,
le provocaban ataques de ira. Veía las sirenas de los trenes y el
traqueteo de los pistones rodando sobre su mismo eje, agarrados a una
maquinaria humeante; oía el hilo musical enlatado, el olor dulzón
del mobiliario blanquecino. El cable rizado y gris que ataba cada uno
de los bolígrafos. El carbón rojizo, la dificultad de distinguirlos
en su cabeza con el color que tomaban las rejas de los fogones de su
cocina cuando llevaban un rato encendidos, o de algo caliente. Veía
sus manos agarrando algo, una caja explosiva de treinta por veinte,
quizás atada a un teléfono móvil, aún no lo sabía. Veía algo
que lo formateara todo.</span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Descubrió
una web arcaica, alojada en un polvoriento servidor, que le enseñaría
a hacerlo; y hasta tejió una estrategia para poder comprar los
ingredientes necesarios sin que la policía la detuviera. Mañana
compraría los productos y los iría dejando en los buzones de amigos
de confianza. Cada símbolo con su parte. El ácido bórico, por
ejemplo, sería de Juan, que podría justificar, ante el hipotético
caso de una absurda redada policial, la existencia de una invasión
de cucarachas en su casa. Era una buena coartada, sin duda. Las
piezas encajarían perfectamente. De eso estaba muy segura. Todo
podía funcionar si se pensaba bien y había una gran organización,
se repitió varias veces.
</span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Lo
cierto es que podría haberlo hecho. Preparar una bomba no sería, a
todas luces, algo difícil. Podría haberlo hecho. ¿Y por qué no lo
hizo? Por una simple razón: se prometió a sí misma que lo haría
mañana. Cuando ese <i>mañana</i> apareció y se tuvo a sí misma
sentada en la mesa, untando de paté una rebanada de pan de molde, ya
no pensaba así. Toda ella, toda esa fuerza de decisión que horas
antes la habían llevado a una sensación pletórica, se habían
disipado como el polvo. Su odio seguía intacto, pero la potencia de
sus manos había desaparecido. Poner una bomba hubiera sido la
expresión de fuerza de su propio cuerpo. ¿Quién no querría hacer
desaparecer aquello que le disgusta? Convivir con lo odiado podía
soportarse un tiempo, siempre y cuando hubiera una mínima distancia
entre lo odiado y el <i>odiador</i>.
Ella ya llevaba tiempo viviendo en el mundo.
</span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Acumuló
todos sus ansiolíticos en el baño y tiró de la cadena. Habían en
la taza tantas y tan variopintas pastillas que la primera succión se
llevó consigo sólo dos tercios del total. Antes de tirar de la
cadena por segunda vez, la picada del amargo terror rozando la
posibilidad de un ataque de pánico le obligó a cambiar de rumbo. </span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Dos horas más tarde se tomó un par de pastillas mojadas en su
propia orina, y una semana después se encontraba abogando a favor
del pacifismo en una discusión entre amigos, para luego terminar
pensando seriamente que la única y mejor forma de solucionar los
problemas era utilizando la violencia.</span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Todas
esas dudas sobre sí misma y el deseo de aclarar sus futuros actos
provocaron que se instalara en ella un vacío en el estómago. Ese
vacío, como si tuviera un pequeño globo en las entrañas, se había
ido hinchando a medida que iba dándole vueltas a su cabeza. Quizás,
especuló, dos semanas más tarde estaría soportando el peso de un
hombre desnudo y desconocido en su cuerpo, que también estaría
desnudo y por otro lado demasiado examinado. Podía verse como la
víctima del accidental derrumbe de un edificio, sollozante,
sepultada bajo una pesada viga. Ni ella misma sabía por qué se
imaginaba en blanco y negro. Por otro lado, si una viga estuviera
encima de ella, sentiría una presión, y no ese vacío que sentía
ahora. Ambos, vacío y presión, eran dos términos que consideraba
inequívocamente malos. Si tuviera un vacío en el preciso instante
que el hombre desnudo se posara encima de ella para penetrarla,
estallaría la presión en su cuerpo y ambas sensaciones se
declararían la guerra, para luego eliminarse mutuamente.</span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10475589238289977716noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3320247194431642827.post-87282389104013205362013-05-03T03:57:00.003+02:002013-05-03T04:10:15.538+02:00SEPULTURA Y SOCIEDAD<br />
<div style="text-align: justify;">
Cuarenta y siete personas acudieron al entierro del hijo de un vecino. Había muerto, a causa de un terrible accidente, un par de días atrás. El acto, que había ido elevando la sensación de tragedia a medida que los más viejos se iban acercando a los padres para darles sus condolencias, se celebraba en un pequeño salón de actos habilitado por la funeraria. Yo me encontraba ahí en compañía de mi mujer. Estábamos sentados en unas sillas alejadas, sutilmente, del epicentro del bullicio. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Ella había estado toda la noche insistiendo para que fuéramos a ver a los padres damnificados. Al principio me negué, pues debo admitir que odio todo lo referente a la muerte y aún más cuando su objeto tiene ocho años de edad; pero al final tuve que aceptar porque eran nuestros vecinos de enfrente y ella no quería hacerles un feo tan grande. Rechacé la posibilidad de quedarme en casa alegando enfermedad o trabajo: supongo que la justificación radicaba en su embarazo de cinco meses.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
En el centro del salón había un gigantesco ramo de lirios blancos. Un mensaje, bordado en la banda que lo cubría, rezaba un “Tu Família Te Llora”. Un poco más atrás estaba el pequeño ataúd de tapa partida, también blanco, posado sobre una mesa de caoba. Esparcidas en el espacio sobrante de esa mesa, habían diversas fotografías que yo no lograba ver. </div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Luego vi por primera vez al padre, después del accidente, rodeado de personas. En ese momento mi mujer se peinó bien el flequillo con las manos y se aplanó la falda. Me miró. Me dijo que tenía que ir con él. La miré. Nos levantamos.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Nos cruzamos con un montón de gente. Mi mujer les hablaba. Yo me quedaba a un lado. La mayoría susurraba concentrada en pequeños grupos de cuatro o cinco personas. El tiempo que tardamos en hablarle al padre fue menor del que tardamos en poder hablar con él. Un señor insistió en darle su reloj sin venir a cuento. El padre me miró en señal de no entender nada, y yo le devolví la mirada intentándole decir "no esperes nada normal de un inmigrante". Cuando el señor se fue, nos abrazamos por turnos. Debo reconocer que sentí un cierto celo en ver como el tipo se agarraba a mi mujer. Nombro a ese pobre hombre "tipo" porque entonces no sabía cómo se llamaba. Luego nos abrazamos nosotros dos. Me agarró fuerte. ¿Intentaba demostrarme que él, pese a la muerte de su hijo, era el macho dominante del grupo? Al minuto y medio se puso a llorar. En todo el rato que llevaba mirándolo no había llorado, y ahora lo hacía. Temí durante unos segundos que ese hombre cuyo hijo había muerto intentaba parecer más sensible de lo que realmente era delante de mi mujer con la intención de enternecer su corazón y follársela en alguna esquina oscura. Le dimos nuestras condolencias. Anecdóticas y poco sentidas, claro. A los diez minutos nos fuímos. Ella quería hablar con la madre, pero yo ya estaba harto de ese sitio. La agarré de la mano, le dije que no aguantaba más y nos fuímos.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
El niño me caía bien. Era uno de esos chavales que nunca arman alboroto. Las pocas veces que llegué a verle me lo encontraba sentado bajo un árbol leyendo libros. Me resultaba irónico pensar que si se hubiera colocado al otro lado del árbol no le hubiera pasado nada, porque el árbol era un roble, y es sabido que esos árboles lo aguantan todo, incluso el impacto de un camión de mercancías.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Mientras volvíamos en coche hacia casa mi mujer me empezó a reprochar el hecho de que nos hubiéramos ido. Dijo que le parecía de muy mala educación no haberle dicho nada a la madre. "Y qué quieres que le digamos", repliqué. Y ella me respondió un "lo sentimos mucho". Yo le dije que eso no servíría de nada.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Diez meses después, en el velatorio de nuestro hijo, los padres del niño se pusieron delante de nosotros y nos dijeron que lo sentían mucho. Observé a mi mujer: me dio la razón con la mirada.</div>
Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10475589238289977716noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-3320247194431642827.post-6875765915922606962013-05-01T04:07:00.002+02:002013-05-01T23:00:05.702+02:00SEPULTURA Y OCIO<div style="text-align: justify;">
Le dan sepultura a las doce del mediodía y a las cinco de la tarde ya están montados en el Dragon Kahn, en plena y lenta ascensión hacia su cumbre.<br />
<br />
La pareja ha tardado cinco minutos en empezar a plantearse una hipotética recuperación emocional de la muerte de su hijo de siete años y una hora en atreverse a abrir la primera botella de champán, ocultos en los fríos y asépticos baños del tanatorio más grande de la ciudad de Salou. Al principio no se sienten nada bien. Los dos se encuentran en un estado de catatonia, como suele pasar cuando la muerte de un ser amado golpea a alguien, y la mejor forma que han encontrado para evadirse de todo el dolor que les pudre por dentro es beber hasta empezar a reír y luego, en un estallido de euforia que un espectador ajeno podría nombrar como "forzado", aprovechar el día e ir a divertirse al parque de atracciones, entregados con alegría a uno de esos planes improvisados que, a fin de cuentas, son lo mejor que hay en la vida.<br />
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhmnRnoYOsMDwxxP3ueEB7WE6YIgoBGR16BnRL2Vb5Cs5ZxAAGtiDBG6ybdRsda0hb9g-qO-Gb-hsgVmdjfVOw4-ZuiZV8mZvtC0LNxm2oios6Urbp8fP-GboNX8gkopWmIqGbUUY0Vkydg/s1600/lo-que-esta-para-ti--nadie-te-lo-quita-20130322061308-3c011b21c1665addc204e1aa9c65ae28.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="203" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhmnRnoYOsMDwxxP3ueEB7WE6YIgoBGR16BnRL2Vb5Cs5ZxAAGtiDBG6ybdRsda0hb9g-qO-Gb-hsgVmdjfVOw4-ZuiZV8mZvtC0LNxm2oios6Urbp8fP-GboNX8gkopWmIqGbUUY0Vkydg/s320/lo-que-esta-para-ti--nadie-te-lo-quita-20130322061308-3c011b21c1665addc204e1aa9c65ae28.jpg" width="320" /></a></div>
Porque la vida, comentan mientras pagan las dos entradas del parque -la madre ha sacado dinero para tres en un lapsus que casi les echa al suelo la perspectiva de diversión-, es algo bello incluso en sus momentos más tristes si uno sabe ver, con habilidad, el lado bueno de las cosas. Un ejemplo claro de eso es que si el hijo hubiera muerto en otra parte del territorio ahora no podrían estar paseando por ese parque temático cogidos de la mano, comenta el hombre mientras abraza y besa a su mujer en un estallido de pasión pública.<br />
<br />
Como decía, suben al Dragon Kahn, pasean por el Far West, compran una bolsa de palomitas grande. Se sientan en la Polinesia, follan entre el cúmulo de plantas tropicales que alguien importó ahí para dar realismo al área y parece que alguien está a punto de descubrirles, y se quedan muy quietos durante unos instantes temblando de miedo, pero al final no pasa nada. Al salir ríen como nunca porque se sienten vivos de la mezcla de emociones que han sentido. Probablemente haya sido el mejor día que la pareja ha tenido nunca. Incluso mejor que los primeros días en una roída casa de pueblo. Incluso mejor que ese claro día de junio en el que se vieron por primera vez en el gris exterior de ese aeropuerto.<br />
<br />
Los dos son conscientes de ello y, aunque en el fondo se sienten mal, intentan exprimir hasta el máximo ese paréntesis de euforia como si sacaran los últimos restos de un tubo de pasta de dientes, a la espera de que el otro se las devuelva multiplicadas en forma de justificación y ausencia de remordimientos.<br />
<br />
Se mojan en el Tutuki Splash. Se beben una copa bajo el manto de los mariachis. Se introducen en una de las tiendas y se compran un sombrero de vaquero. Se pasan las dos horas siguientes saludándose al viejo estilo americano.<br />
<br />
Hay una anécdota a contar en la plaza de China. Hay una fuente con forma de dragón que moja a todo el mundo sin que se lo espere. Pronto se acumula a su alrededor un corro de ancianos alemanes mirando el espectáculo. Los niños, rubios en su mayoría y sanos, juegan con la fuente. Huyen del agua, pero desean ser mojados.</div>
Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10475589238289977716noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-3320247194431642827.post-79417747912028596252013-04-24T19:39:00.000+02:002013-04-26T20:20:02.011+02:00XV ENTREGA DE PREMIOS A LA BONDAD TOTAL“<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Todo
preparado”, dice el regidor.</span><br />
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">La
presidenta se levantará y se dirigirá al escenario con los aplausos
de los asistentes retumbando de fondo. Subirá las escaleras del
escenario y girará levemente el tronco cuando salude al público con
un movimiento de mano muy ensayado, a caballo de lo informalmente
tímido e inesperado. Le dará dos besos a cada uno de los señores
del jurado. El presentador de la entrega de premios cogerá a la
presidenta por la cintura y la guiará de cara al público. En ese
momento la presidenta volverá a saludar, esta vez con una gran
sonrisa. Alzará la mano izquierda, y el hombre calvo la derecha.
Durante unos segundos parecerán una W. Finalmente se separarán.</span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El
hombre volverá a su asiento correspondiente con el resto del jurado.
La presidenta hará un paso adelante, se acicalará la campanilla con
un rítmico tosido y dará las gracias.</span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Las
luces se apagarán. El proyector de la pared se pondrá en marcha. Su
cabeza quedará iluminada mientras las imágenes empiezan a rodar.
Sus gafas de fina montura brillarán tanto como su pelo corto y gris.
Es una mujer progresista.</span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">En
la proyección aparecerá:</span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<br />
<ol>
<li><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Un niño negro muerto de hambre.</span></li>
<li><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Una
cabra paupérrima.</span></li>
<li><span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Una
mujer con las tetas muy caídas.</span></li>
</ol>
</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEisy66EsAIpaWJWROAPJ2ZNsg9s7IVD23M_YOCbMKw0Nkw8Uk6j1hAwEIucCr0-J8WS4E1IFQ1In0yEmXY4C1Wsy04rK2dS0kYxzlxVUtFtet_RT0NLyd3W73gdWwS66y_17mGhTXfR2DEx/s1600/1272154686_89908605_1-coctel-y-servicios-de-cathering-villa-irarrazabal-psjerio-bueno-7839-1272154686.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="239" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEisy66EsAIpaWJWROAPJ2ZNsg9s7IVD23M_YOCbMKw0Nkw8Uk6j1hAwEIucCr0-J8WS4E1IFQ1In0yEmXY4C1Wsy04rK2dS0kYxzlxVUtFtet_RT0NLyd3W73gdWwS66y_17mGhTXfR2DEx/s320/1272154686_89908605_1-coctel-y-servicios-de-cathering-villa-irarrazabal-psjerio-bueno-7839-1272154686.jpg" width="320" /></a></div>
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Si
nos fijamos en la esquina superior derecha del vídeo que estará siendo proyectado en el fondo del escenario, podremos ver el logo de la ONG que la mujer preside. Es una bola naranja con una elipse abierta en su
tramo más bajo. Uno no tiene que ser un genio para adivinar que
simboliza una persona con la intención de abrazar algo que el logo
no termina de especificar, probablemente un niño. Todos han pensado que la banda sonora de Gladiator, más
concretamente la exótica pieza que también salía en los anuncios de Ferrero
Rocher, resultará perfecta para aliñar de dramatismo el vídeo de cabras, mujeres y niños sufriendo.</span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El
público se preguntará por qué los niños africanos tienen la
cabeza tan grande y la barriga tan hinchada. Si tienen la barriga tan
hinchada, pensará la duquesa, que se encuentra en primera fila, es porque empiezan a estar bien alimentados. Mientras la
rica espectadora sigue pensando, todos a su alrededor estarán
deseando una buena copa de champán, porque la entrega de premios resulta ser algo aburrida, a decir verdad.</span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El
silencio será tan profundo que se confundirá con la oscuridad de la sala de actos. Si
miramos más allá del niño negro que aparece en el vídeo,
descubriremos la silueta paciente de un buitre, pero el detalle es
tan pequeño y momentáneo que nadie lo tendrá en consideración.</span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Cuando
el vídeo termine, la presidenta de la ONG se pondrá a contar
historias trágicas. Hablará de una mujer que pone la olla al fuego
y la llena de piedras y agua porque la visión de una cena
imaginaria que nunca llegará calma a sus hijos.</span><br />
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEitmDbQnGkCcN3k2NpabzKrNl1Q1wf7TrtF36_MFAjIzQL-mUmcy9g2jhYZHTMEEA6kNIiR29wc_EJIc0LykWbCUDeRYpT82ykylu4uwhxWYNuA8Aa21OOpoaPY4PFocwRlaMxGOJNgLuDG/s1600/11814177_1.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" height="240" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEitmDbQnGkCcN3k2NpabzKrNl1Q1wf7TrtF36_MFAjIzQL-mUmcy9g2jhYZHTMEEA6kNIiR29wc_EJIc0LykWbCUDeRYpT82ykylu4uwhxWYNuA8Aa21OOpoaPY4PFocwRlaMxGOJNgLuDG/s320/11814177_1.jpg" width="320" /></a></div>
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Gracias
a la ONG que preside, dice la presidenta, esa gente tiene otro día
de vida. Los críticos de la complejidad pensarán que dentro de ella
hay una máquina destinada a remarcar cada pocos segundos la salvación que suponen las acciones de los socios para
todas esas almas. El público, muy bienestante, alzará un
poco la cabeza y la moverá afirmativamente, orgulloso. Quizás aplaudirán. La presidenta
seguirá hablando de señores de la guerra que abren las barrigas de
las embarazadas. Hay mucha sangre en la mente de esa mujer. Hablará de cómo levantan sus cabezas en dirección
a la iglesia mientras disparan sus subfusiles. De cómo el
dinero que todo el público envía eventualmente a los pequeños
pueblos perdidos del interior del Congo tarda cuarenta y ocho horas
en salir del pueblo porque está en manos de los insurgentes
armados.</span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">La
sorpresa de la noche será la llegada de un niño que la propia ONG ha
traído desde el culo del mundo para que acuda a la XV Entrega de Premios a la
Bondad Total, porque el público bien estante tiene derecho a verle la
cara a la miseria. El niño tiene la cabeza tan grande y su mirada
transmite tanta pena que algunas mujeres no pueden evitar bajar la
mirada y ponerse tiernas. Seis, siete o quizás ocho años, tiene el
niño. Es una edad perfecta: son lo bastante pequeños y flacos como
para inspirar compasión y, a la vez, son lo suficientemente grandes como para tener conciencia de su trágica situación, lo que imbuye de realismo su cara. Hay mujeres
sentadas entre el público bien estante que en algún punto de su
imaginación más profunda están cogiendo al niño y dándole leche de sus
propios senos, pero es un pensamiento tan primigenio que ni tan sólo llegan a intuirlo.</span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
</div>
<br />
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEggCmdwwHbywvmgeTyBZJ63MUqEI3rKE3qBrhY6pqlO6wGXEk2k-lbxArzbDP00kuRnoGmRgD3mBDgK_RP3dOo3dW4XYbH1vxz75CAtmaovSHTXPygtH1w1_H8m9TVsnsbtzh8LcSFbkKy3/s1600/aperitivos-de-navidad.jpg" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="240" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEggCmdwwHbywvmgeTyBZJ63MUqEI3rKE3qBrhY6pqlO6wGXEk2k-lbxArzbDP00kuRnoGmRgD3mBDgK_RP3dOo3dW4XYbH1vxz75CAtmaovSHTXPygtH1w1_H8m9TVsnsbtzh8LcSFbkKy3/s320/aperitivos-de-navidad.jpg" width="320" /></a></div>
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">El
niño subirá las escaleras del escenario. Sus chancletas golpearán
la madera noble. Cuando el niño mire atrás se dará cuenta de que
las mujeres se lo quieren comer con los ojos y que los hombres le
observan con una sonrisa en los labios. Hoy en casa habrá paz. Hoy
todo ese público bien estante se sentirá héroe de un mundo
solidario. </span><br />
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Podrían haber vestido al niño como Dios manda. Allá
fuera hace un frío impresionante, pero el uniforme del hambre no
debe ser removido en ningún momento. No se sacará ni a golpes de
martillo. Es algo que se tiene que señalar en todo momento, opina el
secretario general de la ONG: todo el mundo debe saber que han traído
a un niño pobre, y que ese niño pobre es real.</span></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;"><br /></span>
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">A
siete mil kilómetros de aquí, hace no muchas horas, hay una cola
de niños delante de una tienda de campaña. De dentro sale un
hombre con una cámara de fotos colosal. El niño que ahora saluda
desde el escenario resulta ser el seleccionado durante el cásting realizado en el interior de la tienda de campaña: no es ni muy
pequeño ni muy mayor, tiene unos ojos grandes y negros. Por otro lado, se nota que carga mucho sufrimiento a sus
espaldas. Es verlo, abrir el monedero y empezar a tirar billetes al
suelo. El violín más pequeño del mundo suena, en momentos como
este, extremadamente afinado. </span>
</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Habrá
un abrazo efusivo entre el niño y la presidenta. La presidenta se
agarrará al niño como si fuera un salvavidas. Ahí se esconde el
<i>leitmotiv</i> de la caridad, y es increíblemente estable. Pesará veinte
kilos, pero os aseguro que ni la más grande de las bombas alteraría la forma en que la presidenta se agarra a él. El niño
no cambia la expresión porque le han dicho que no es recomendable: es, será y por encima de todo debe ser la
imagen de los duros tiempos. </span>
</div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Más
tarde, las luces se encenderán y una mujer de cincuenta años con
medio kilo de joyas encima se acercará a ellos dos, a paso de boda, con un
trofeo en la mano derecha y un diploma a la izquierda. La presidenta
cogerá el trofeo durante unos segundos y después mirará al niño. Mirará al niño y le dirá que, en verdad, el trofeo es suyo, porque
los niños en circunstancias desfavorables como él son el centro de
gravedad de su ONG. El niño cogerá el trofeo con sus débiles
manos. Ella se encargará de coger el diploma
con dinero. Con la mano que tiene libre acariciará la cabeza del
niño.</span></div>
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<br /></div>
<div align="JUSTIFY" style="margin-bottom: 0cm;">
<span style="font-family: Verdana, sans-serif;">Por
último, habrá un animado coloquio regado por el champán. A
continuación informarán por micrófono que el reputado chef Ferran
Adriá ha preparado una serie de exclusivos bocados para todo el
público bien estante. Es entonces cuando el niño le hará saber a la
presidenta que tiene ganas de orinar. Los dos se dirigirán al
lavabo cogidos de la mano y con una sonrisa pública en la boca, sin
saber qué decirse ni necesitando saberlo. Cada uno entrará por la
puerta de su respectivo sexo y ahí dentro, en los servicios, la
presidenta se olerá los dedos, hará una mueca de asco y empezará a
lavarse las manos neuróticamente. Y el niño, y remarco que esto último resulta aún más triste, hará exactamente lo
mismo.</span></div>
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<br /></div>
Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10475589238289977716noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3320247194431642827.post-74183569003057602762013-04-20T05:16:00.000+02:002013-04-22T05:38:58.272+02:00HOY HE SALVADO A TODA LA POBLACIÓN DE KENIA<div style="text-align: justify;">
Aún recuerda cuando tenía diez años y un viejo profesor le dijo que la hambruna, para todos ellos, niños que habían nacido en época de relativa bonanza, era cosa del pasado. Le cuesta mucho recordar, de la misma forma, todas las veces que le han dicho que la actualidad y el futuro han pasado a ser sinónimos de un progreso exponencial e infinito. Que sus hijos vivirán mejor que él, que sus nietos vivirán mejor que sus hijos y que sus bisnietos vivirán mejor que sus nietos.</div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Y lo gracioso es que no se le quitará nunca. Seguirá creyendo que todo irá bien, de la misma forma que será consciente de la gran estupidez que eso supone. Como en verdad nunca podrá conocer a alguien, el objeto de su optimismo será él. Nunca moverá un dedo por nadie y se pasará horas delante de un ordenador o de un papel en blanco o leyendo el papel manchado de otro. Estará pensando mucho en todo lo que sucede y escribirá páginas cagándose en la actualidad y en la trayectoria negra del futuro. Se despertará en él un germen del bien que nacerá y morirá en su cabeza, porque las horas muertas que pasa encerrado en ese sentido del bien terminan siendo pensamientos solipsistas cargados de emociones positivas y fantasías relacionadas con la ayuda al prójimo.</div>
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<br /></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://assets0.ordienetworks.com/images/GifGuide/clapping/audience.gif" imageanchor="1" style="clear: right; float: right; margin-bottom: 1em; margin-left: 1em;"><img border="0" height="240" src="http://assets0.ordienetworks.com/images/GifGuide/clapping/audience.gif" width="320" /></a></div>
<div style="text-align: justify;">
Me encuentro en Kenia ayudando a un montón de gente. Estoy enseñando a leer y escribir a toda esa gente que no pudo. Gracias a mí, el gobierno español y todo el sistema opresor y psicópata mundial se ha derrumbado. No me deis las gracias. No. Por favor. En serio. Esto ya es demasiado. No hace falta que me des las gracias, niño sin zapatos. Aunque sea un paria, aunque mis bolsillos estén vacíos, aunque la sociedad me haya dado la espalda y no encuentre absolutamente nada que pueda afianzar de forma estable toda la información de usar y tirar que tritura mi mente en Internet, lo haré todo con tal de que tengas un buen futuro.</div>
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Hace unas semanas se sienta a hablar con un amigo. Entre los dos ponen a parir el sistema actual de solidaridad y critican los movimientos juveniles. No tienen problema en sugerir que las intenciones de una parte muy importante de esos jóvenes son de carácter ególatra y que en verdad nunca se han preocupado por nada más que en sí mismos. Hablan de las malas experiencias que han tenido amigos en común en esos grupos. Hablan de lo callados que siempre están los que realmente quieren ayudar. De cómo esos "buenos de verdad" se han partido la espalda trabajando en algo en que creían y al final ha terminado siendo la replicación de un sistema que es el mismo de siempre: un sistema de asambleas en el que sólo hablan unos pocos y en los que el ego domina por completo cada sesión. Un sistema con minoría de mandantes y un montón de mandados.</div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Pero menos mal que él es justo: en su cabeza hace cosas buenas. Os puedo asegurar que no ha habido en el mundo un mejor ser humano teórico.</div>
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<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
Qué bueno y justo se sentirá en las noches blancas, tumbado en la cama. Qué bueno y justo se sentirá cuando las cosas vayan aún peor. Cuando descubra que, de hecho, la práctica totalidad del mundo es como él y que todos están cambiando el mundo a mejor sin cruzar la barrera de sus mentes, recogidos en su casa porque hace frío, delante de un ordenador porque están aburridos, canalizando toda fantasía hacia una revolucionaria y agradable pasividad que es perfecta para que medre todo aquello que odian.</div>
Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10475589238289977716noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-3320247194431642827.post-38237170233560134902013-04-15T04:43:00.001+02:002013-04-22T05:39:40.589+02:00LA DESGRACIA SE LLEVA POR DENTRO<div style="text-align: justify;">
Un domingo de mayo por la mañana, el padre se pone a cubrir con arcilla los pomos esféricos de cada una de las puertas de la casa. Luego, con la punta trasera del pincel que tiene en la mano derecha, empieza a hacerles pequeñas muescas ovaladas. Después les añade un nuevo pedazo de arcilla un poco más arriba, y al cabo de un rato hay una montañita en la parte superior de cada pomo. Cuando la arcilla se ha secado, les aplica una primera capa de pintura y, después de dos horas, una segunda capa en la que priman los detalles: nariz, color de pelo, labios, ojos. Por último, cuando las pocas brechas de la arcilla han sido corregidas, les echa una capa de barniz mate. Está cansado y le duele la cabeza, pero termina su obra hacia las once de la noche.<br />
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<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg6sETzI2pt2ITQIE-Ll4umWSsUS3wiH4gVH1uN94ChXkPLsXjY8b-5CBiFPyHhgj8ReLjoiI4fOp0KPDE7tGPTDCMP5tLq68V4_GTpwDOK7GzaaGHCLY7tBxaDOPLfxY4GoaHHJw3Fb7JJ/s1600/20415371_BG1.jpg" imageanchor="1" style="clear: left; float: left; margin-bottom: 1em; margin-right: 1em; text-align: center;"><img border="0" height="240" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg6sETzI2pt2ITQIE-Ll4umWSsUS3wiH4gVH1uN94ChXkPLsXjY8b-5CBiFPyHhgj8ReLjoiI4fOp0KPDE7tGPTDCMP5tLq68V4_GTpwDOK7GzaaGHCLY7tBxaDOPLfxY4GoaHHJw3Fb7JJ/s320/20415371_BG1.jpg" width="320" /></a>Para ese entonces ha convertido los dieciocho pomos esféricos de puerta que hay en la casa en dieciocho caras con aspecto distinto. Su mujer no termina de entender nada, pero como sabe que a veces su marido hace cosas extrañas, no le da importancia y sigue a lo suyo, que es ver un famoso programa de televisión en el que una abuela publicita las identidades de diversos gerontofílicos famosos y muy afianzados en el poder gubernamental.<br />
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<div style="text-align: justify;">
En cuanto al hijo, que tiene nueve años y una importante cicatriz en su cabeza provocada accidentalmente por el mismo padre, se ha pasado ocho de las catorce horas observando el complejo trabajo del padre sin decirle nada. Ha estado todo el rato escondido tras los muebles de diversas habitaciones y pasillos, aunque el padre supiera en todo momento que él estaba ahí, viendo la gradual transformación de los pomos en algo que al niño le parece terrorífico, porque cada una de las dieciocho caras tiene una expresión de sufrimiento distinta grabada en el rostro: hay algunas que abren mucho la boca mientras cierran los ojos, y hay otras que tienen la boca tan cerrada que se contrae en forma de arco, como una anciana profundamente enferma. Todos esos rostros moldeados y pintados pertenecen a personas que existen en la realidad, es decir, son réplicas de gran calidad de caras de personas que podríais encontraros un día paseando por la calle, haciéndoos pensar un <<esta es la cara que preside el pomo exterior del baño de esa casa>>. Por otro lado, todas ellas, sean feas o viejas, muestran las heridas de la carne y el tiempo. Y por último, son las caras de personas que viven en el mismo barrio que la familia protagonista, con las que el padre nunca ha hablado pero odia hasta un nivel casi paródico.</div>
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Durante las catorce horas de replicación intensa, recuerda el hijo, su padre no ha dejado de sonreír amargamente ni un solo instante. Ha disfrutado negativamente cada uno de los trazos, de las muescas, de las formas a obtener. Lo ha hecho con tal devoción que, incluso, se ha emocionado de ira en más de una ocasión, a medida que iba terminando el trabajo y el parecido de los pomos con sus caras originales cada vez se acercaba más a la realidad.</div>
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<span style="text-align: justify;">Al día siguiente, el hijo halla al padre abriendo la puerta del comedor con una rabia inusitada, apretando con fuerza y posando las puntas de sus dedos en los ojos del rostro del nuevo vecino de arriba, como si pretendiera arrancárselos. Horas más tarde, ve como su padre se mete la mano dentro de los pantalones para mojarla con el sudor de sus genitales y abre la puerta de la cocina, girando el rostro de la cajera de supermercado con tanta fuerza que el pomo llega a su límite y aún así sigue chirriando en cortos espasmos. </span></div>
<div style="text-align: justify;">
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Las caras de los pomos siempre están mirando hacia arriba. Y cuando te dispones a abrir la puerta, giran hacia la derecha, en un gesto que podrían mimetizar perfectamente las cabezas de la gente cuando hay un mendigo cerca.</div>
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En el pomo delantero y trasero de la puerta casi abandonada que lleva al desván, descubre el niño días más tarde, están su cara y la de su madre. La del niño está gritando de dolor. La de la madre, cuyos ojos inyectados en sangre te miran fijamente, aparece sumida en la tristeza. Cabe destacar que el padre, desde entonces, se comporta muy amablemente con ellos.</div>
Anonymoushttp://www.blogger.com/profile/10475589238289977716noreply@blogger.com3